A lo largo de mi vida he tenido la fortuna de conocer el mundo de los pueblos indígenas de México. Al inicio no entendía muchas cosas: su lengua, su indumentaria, su organización en comunidad, su forma de vida, sus rituales o sus danzas, pero con el paso del tiempo cada conocimiento fue tomando un significado profundo en mí y lo hice parte de mi cotidianidad y de mi vida. Así pude aprender y valorar cada enseñanza de la cultura de los pueblos indígenas y entender que necesitaría muchas vidas para conocer de lleno toda la diversidad cultural de nuestro país, tan grande, tan llena de sabiduría.

De manera general les cuento que en México, según datos del INEGI, existen 68 pueblos indígenas y el pueblo afromexicano; hay 64 mil 172 localidades con población indígena y se hablan 68 lenguas con 364 variantes. Las lenguas más habladas en México son el náhuatl y el maya. Cada uno de estos pueblos tiene una cultura y cosmovisión propia, que han sobrevivido en un México globalizado, a pesar de la discriminación y el rechazo.

Recorrí muchos caminos entre lluvias, barrancas, selvas y ríos, hasta llegar a mi encuentro con personas de alma y corazón noble, entre colores, danzas, sabores y sonidos que nunca me hubiera imaginado. Tal vez no entendía lo que ellos hablaban, como ya les dije, pero al escuchar su música, todo cobraba sentido. Al escuchar un canto seri de Sonora dedicado al mar, una trompeta con el aliento de un niño mixe de Oaxaca, un tambor de agua con el que danzan los venados yoremes de Sinaloa, cada uno de los sonidos producidos se entrelazaban con el latir de mi corazón hasta conectarme con su magia única.

La música es parte fundamental de la cultura de estos pueblos y va más allá de melodías y letras; también contiene su identidad y plasma mundos de manera poética. Para los indígenas, además de ser una expresión de su rica y ancestral cultura, es una oportunidad de que ésta, sus tradiciones y su lengua sobrevivan a la tendencia del olvido y el desuso.

En ese sentido, ayuda a los esfuerzos contra el fenómeno de la muerte de las lenguas, que se logra principalmente gracias a la transmisión oral de generación en generación. También existen escuelas musicales comunitarias, donde se forman músicos, compositores y maestros que replican estos conocimientos. Por ello, la música guarda un lugar importante en cualquier comunidad.

La música indígena es la expresión cultural siempre presente en todas las celebraciones de la comunidad; en ella se habla de leyendas, de amor, de la naturaleza, de animales, de dioses, de la conexión de hombres y mujeres con poderes sobrenaturales o de la creación del mundo. La música es sanadora en algunos casos, ya que con escuchar los cantos o los instrumentos, llega la curación a los cuerpos y a las almas, llegan la quietud y la calma para continuar con la mente clara en la vida.

Los instrumentos utilizados originalmente eran el tambor, la flauta, el caracol y silbatos de ocarina; en la época colonial los indígenas añadieron algunos traídos por los españoles, como la guitarra, el arpa o el violín y también los instrumentos de viento.

México ha logrado un avance en la protección de este patrimonio intangible, ya que en el 2010 la pirekua, el canto tradicional de los purépechas de Michoacán y en el 2009 la ceremonia ritual de los «Voladores» de Veracruz fueron incluidos en la lista de patrimonios inmateriales de la humanidad.

En esta sección empezaré a contarles y transmitir mi emoción por la música y la cultura de los pueblos indígenas de México. Iremos a través de nuestro territorio, descubriendo todos los sonidos y sus significados, desde la música indígena tradicional como los cantos KuriKuri, la música de pascola y matachín, los sones, la chilena, hasta las nuevas formas que jóvenes indígenas han explorado a partir de géneros musicales como el rock, el jazz y el hip hop, con letra en sus respectivas lenguas.

La música de los pueblos indígenas es música para el alma.

 

 

 

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