Desde hace mucho tiempo, Día de Muertos ha sido para mí la fecha más especial del año. Mi abuela es el ser humano que más me ha enriquecido en la vida. Parte de sus enseñanzas han sido el apreciar y recordar las vivencias que tenemos con otros.
Mi abuela, a su vez cuenta que la persona que más enriqueció su vida fue su padre. Ella y su hermana me comparten narraciones en donde me describen las actividades que llevaban a cabo, con sus hermanos y su padre.
Cómo se los llevaba caminando del centro (por dónde está el mercado de San Juan) a Chapultepec y regresaban ya cansados en el tranvía que los dejaba en la calle de Independencia.
Cómo pasaba un señor con una caja de metal, en la que cargaba azúcar caramelizada, llamada melcocha y cantaba sobre vender «reales» —sí, leyeron bien, no centavos, ni pesos, sino «reales» de la golosina—. Mi abuela aclara que ellos pagaban centavos, pero la canción decía «reales». Entre otros, también pasaba un señor que vendía versos y otro que vendía chichicuilotes.
Cómo compraban el abono y veían las puestas en escena de Manuel Mendoza López con su esposa Carmen Delgado. Veían una ópera, una opereta y una zarzuela con ese abono en un horario de 4:00 p. m. a 11:00 p. m.
Más tarde, cuando Pepita Embil y su esposo, el barítono Plácido Domingo, llegaron a México con su propuesta de zarzuelas, también iban cada semana. Cuentan que ellas siempre veían la puesta desde gayola, donde también la observaba un joven Plácido Domingo Embil, quien durante los intermedios bajaba para cantar, junto con todo el teatro y el resto del elenco el coro de la zarzuela Gigantes y Cabezudos.
Cómo se reunían los hermanos pequeños, junto al burro de planchar, para escuchar el programa de Cri-Cri en la W. De cuando los 24 de Septiembre, a la vuelta de la esquina, la vecina contrataba la orquesta de Luis Arcaráz y escuchaban a lo lejos mientras tocaba sus maravillosas piezas.
Recuerdan cuando su tía Carmen se ponía a cantar sobre un suave gato (el Tango del morrongo) y cuando mi abuela y sus hermanas cantaban la canción, su papá les decía que no la cantaran mucho.
Mis abuelas vieron casi todo el s. XX pasar, experimentaron la creación de cosas que cuando yo llegué, simplemente habían existido toda la vida. El metro, el traslado de Tláloc, el 68 mientras vivían en la calle de general Prim, que estaba tan cerca de Gobernación.
Las películas de la MGM, la muestra de cine, La Flauta Mágica de Ingmar Bergman.
Ellas tienen ahora más de 80 años, ya muy pocos de los pares con los que compartieron estas historias están aquí. El Día de Muertos se convirtió en un momento de remembranza. De mi parte, el cuestionar porqué ellas valoran ciertas interacciones sobre otras, de entender que la admiración por la cultura es plenamente aprendida.
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En estos años he tratado de expresar por medio de la ofrenda todo el cariño que ellas sienten por su familia y sus amigos. También el que siento por los padres de mi madre, por mis amigos, por mi maestro y por mis mascotas.
En esta ocasión, les comparto el cartón del año pasado. porque el de este ya no me dio tiempo de hacerlo. Día de Muertos me permite recordar a mis amigos y a toda la familia que nunca conocí.