3 discos que cumplieron 40 años en 2020
Disclaimer
Estoy enamorado del pasado, no puedo evitarlo. Y aunque ya he presentado en esta columna álbumes que cumplen 20, 30 y 40 años en 2020, siempre hay obras que dejo en el tintero, porque no quiero acabar hablando sólo de glorias de antaño. Pero tampoco quiero quedarme con el karma de no mencionarlos. Todos y cada uno merecerían una columna completa, pero no la tendrán; esto es lo que hay. Creo que es obvio que no están listados todos los que podrían, porque estoy dejando de lado álbumes de The Cure, Devo, Peter Gabriel, The Cramps y David Bowie, cuyos discos me encantan, que cumplen cuatro décadas en 2020, y que son muy influyentes, pero de algún modo no coinciden con lo que me interesa de la música en este momento. Así que sin más choro, les presento tres discos que cumplieron 40 años en 2020.
Hace 40 años…
…Echo & the Bunnymen debutaba con Crocodiles.
El mismo día que fue lanzado el Closer de Joy Division.
El mismo
pinche
día.
Era el 18 de julio de 1980. Will Sergeant, Les Pattinson y una inerte barra de carbón (en realidad una inerte caja de ritmos) comandados por Ian McCulloch aparecían sentados al pie de unos árboles muertos en tonos neón. Una portada tan lúgubre en un bosque gótico, que de tan gótico parecía imposible tomárselo en serio. A estas alturas, el género ya era reconocible: post-punk, pero no de manual pues aún no había tal cosa. Echo & the Bunnymen y otras bandas como Public Image Ltd., Bauhaus y Siouxie and the Banshees escribirían ese manual, ni más ni menos.
A Echo & the Bunnymen le toca escribir el capítulo de los ladridos nihilistas. Su música, a medio camino entre el punk y el post-punk, nos presenta el inquietante retrato de unos mocosos neuróticos y llenos de energía. Este es sin lugar a dudas, el mejor disco que hará esta agrupación de Liverpool; no porque sus siguientes discos sean inferiores en cuanto a su técnica o experimentación sino porque esta rabia inicial que llena de vida a este primer álbum, y que los acompañaría en el segundo y el tercero, Heaven Up There y Porcupine, respectivamente, habría de agotarse casi por completo a partir de su cuarto disco de estudio, el Ocean Rain de 1984, tras el cual, ya sin la neurosis característica de los primeros discos, no serían indistinguibles de otras bandas del montón en los ochenta.
En el mismo año del Closer, hubo revistas que afirmaron que Crocodiles era un mejor disco; declaración perfectamente válida hace 40 años al calor del momento. Incluso hay personitas que actualmente lo afirman también, ellos tienen un nombre: los llamamos mamadores. Ok, no, pero sí es gente solitaria que quiere llamar la atención. Simplemente ignórenlos y disfruten de este disco que ha sido influencia directa para Interpol, Editors y hasta Coldplay.
Las destacadas: “Crocodiles”, “Rescue”, “All that jazz” y “Do it clean”.
Hace 40 años…
…Aunque resulte difícil creerlo, U2 no apestaba.
El 20 de octubre de 1980, la banda dublinesa lanzaba su primer LP Boy, influenciadísimo también, cómo ño, por Joy Division, Public Image Ltd. y Siouxsie and the Banshees, pero proponiendo ya desde ese momento una visión más amable y enérgica, de riffs bien marcados.
Steve Lillywhite, el productor, empleó técnicas de producción poco ortodoxas, como grabar la batería de Larry Mullen en una escalera, grabar botellas rotas y tocar tenedores con los rayos de una rueda de bicicleta.
El disco se siente fresco y honesto, sin el ego característico que la banda tendrá más tarde, cuando se vuelvan populares y se pongan a predicar sobre salvar al mundo. Cuando cuelguen limones gigantes en los estadios, puaj.
Boy es un debut ambicioso (en el buen sentido). En él destacan la energía adolescente y el encanto poco experimentado de las bandas de muchachos.
Las destacadas: “I will follow”, “Twilight”, “Out of control” y “Stories for boys”.
Hace 40 años…
…La banda neoyorkina Talking Heads presentaban al mundo Remain in light.
Ocho años antes de que David Byrne fundara el sello Luaka Bop y se dedicara a producir y promover la música étnica, aterrizaba todas estas inquietudes musicales en la fusión de sus propios proyectos con Talking Heads. Remain in light, lanzado el 8 de octubre de 1980, es el resultado de esas búsquedas; un disco irrepetible que combinaba las influencias del rock de su época (new wave, post-punk, funk) con el afrobeat. Además contaba con el talento del rey midas Brian Eno en la producción y de músicos invitados como Adrian Belew, Nona Hendryx y Jon Hassell.
El origen de la luz
Este cuarto disco fue grabado entre julio y agosto del mismo año en Nassau y Filadelfia y su mayor pretensión (y ambición) era combinar el rock, el jazz y el funk con polirritmos africanos, en vez de imitar la música de África.
Como estilo, el afrobeat se popularizó en Ghana y Nigeria durante la década de los setenta. Cuenta la leyenda que, la noche en que se conocieron en 1977, Brian Eno puso a David Byrne el LP Afrodisiac, que Fela Kuti grabó en 1973. La impresión que dejó en Byrne lo motivó a convertirlo en la plantilla de Remain in light.
Los Talking Heads grabaron pistas instrumentales como una serie de ritmos en loop. Dado que era el primer disco que contaba con una colaboración más sólida de los miembros de la banda (y no sólo de la tiranía creativa de Byrne), Tina Weymouth, Chris Frantz y Jerry Harrison pudieron experimentar con formas comunitarias de creación musical en la que las piezas individuales se entrelazaban para crear los polirritmos. Así, las secciones e instrumentales se grabaron una a una de forma discontinua.
Los loops tuvieron un papel clave, sobre todo porque en ese momento las computadoras aún no podían realizar adecuadamente tales funciones, por lo que los bucles se hacían en las cintas de grabación. El método consistía en grabar jams, aislar las mejores partes y tocarlas repetidamente; así, cada sección se grabó como un loop extenso para permitir la creación de composiciones mediante el posicionamiento o fusión de otros loops. Byrne comparó el proceso con el muestreo moderno: “Éramos samplers humanos”.
Píxeles rojos y escritura automática
Tina Weymouth asistió al MIT de Massachussets durante el verano y trabajó con Scott Fisher en las versiones informáticas de las ideas para la portada, que fue generada por computadora; pero estamos hablando de 1980, una época en que las capacidades de procesamiento de computadoras del tamaño de un cuarto daba risa y hasta pena. La idea de Weymouth y Fisher era elaborar máscaras digitales con píxeles rojos sobre los retratos. Originalmente esos retratos irían a la contraportada, pero al final terminaron constituyendo la portada misma.
La composición de las letras de cada canción también implicó un reto. En los tres discos anteriores, Byrne escribía las letras y el resto de sus compañeros componían sobre esa idea inicial. Pero como el procedimiento para Remain in light estaba centrado en los ritmos y en la libertad de composición de los músicos, Byrne ajustó las letras a las improvisaciones instrumentales.
Esto lo sumió en un bloqueo creativo que finalmente resolvió empleando técnicas de escritura como el stream of consciousness, el collage dadaísta y la poesía conceptual. El resultado fueron letras sin sentido que, sin embargo, imitaban la condición del oyente en medio de los polirritmos, guiado de esta manera a la percepción de emociones más que de un sentido lírico o conceptual concreto. Años después, bandas como Radiohead o Deerhunter imitarían estas mismas técnicas compositivas ante proyectos cuyo desarrollo siguiera vías similares, como Kid A o Cryptograms, es decir, donde el discurso lingüístico pasara a segundo plano dada la primicia de la improvisación musical.
¿El resultado? Remain in light fue ampliamente aclamado por la crítica, que elogió su experimentación, sus innovaciones rítmicas y la fusión cohesiva de géneros. Y aquí entramos en una polémica que ha cobrado relevancia en años recientes.
Fusión vs. apropiación, una polémica actual
En las décadas de los sesenta a los noventa, enmarcadas por el término contracultura, la fusión constituía una virtud, un diálogo, un intercambio, un verse en el otro y entenderlo desde la propia posición (ajá, eso que están pensando: blanca, masculina y occidental; hegemónica, en suma). Obras como ésta, que fusionan el rock con los ritmos africanos han sido vistas, desde el revisionismo actual como una exotización, un extractivismo doloso.
El legado de músicos como Paul Simon, Joe Strummer, Peter Gabriel, Sting o Talking Heads no han salido ilesos de este revisionismo crítico que los acusa de apropiarse de expresiones culturales de sociedades de las que no son participes para hacerlo pasar por propio. Incluso la revista Pitchfork se pregunta hipotéticamente si se podría tomar con sinceridad a un grupo de músicos blancos que tocan afrobeat en pleno siglo XXI.
La sensibilidad actual encuentra problemático que una banda de blanquitos, egresados de escuelas de arte, toquen música africana. Porque es difícil imaginar a una banda occidental de indie o rock actual dando un giro hacia la música nigeriana sin que los escuchas o la crítica se caguen de risa o se indignen hasta lo inconcebible.
Entre más se analiza Remain in light, más claro resulta que no se trata de una apropiación como la entendemos en la actualidad. Y esto es hasta cierto punto gracias a que David Byrne (como los ya mencionados o el mismo Damon Albarn) ha sido un promotor, defensor y difusor de las músicas autóctonas, la mal llamada world music, a través de Luaka Bop, que también ha difundido la obra de muchos artistas caribeños. Hoy, tanto puritanismo haría imposible grabar discos como el Sandinista, Remain in light, Graceland, Nothing like the sun, Up o Everyday robots.
Por supuesto que lo ideal es que un ensamble africano grabe un disco de afrobeat y no los Talking Heads. En 2018, incluso, Angelique Kidjo, compositora originaria de Benín, lanzó su propia versión de Remain in light, al que algunas revistas como la NPR calificaron (no sin ironía involuntaria) como “un auténtico disco afrobeat”; pero también debemos considerar que algo se hubiera perdido definitivamente de no haber existido el Remain in light en primer lugar; aunque algunas personas reduzcan este legado simplemente a una forma de hacerte notar cuando no tienes nada que decir; a la superioridad moral que dan los estudios universitarios para robar a las comunidades; o a que los Talking Heads hicieron cosas chidas, racistas y así, pero chidas.
¿Está ahora la música occidental condenada a componer solamente aburridas canciones de citadinos? Es difícil decirlo. Esperemos que no. Pues si nos limitamos a echar mano sólo de lo que nosotros mismos producimos, (occidentalizados y citadinos, pa’ pinche colmo) ¿Cómo va a salir algo interesante de ahí?
Lo que más incomprensible se me hace de todo este debate no es que sean universitarios estadounidenses o europeos los mismos que han impulsado cuestiones como el decolonialismo (que qué chingón, por cierto); sino que acá en México seguimos importando sus agendas, sus iniciativas y ahora, pfff, sus indignaciones también.
Legado
Remain in light representó en su época una visión artística extraña, ajena al rock anterior a ella, pero operando como si fuera la culminación de una larga tradición. Sin Talking Heads, bandas como Foals, Vampire Weekend o la misma Radiohead serían impensables en esta época. Así que debemos celebrar la resistencia y vigencia de este disco que sería simplemente imposible de grabar en esta época.
Las destacadas: “Crosseyed and painless”, “The great curve”, “Once in a lifetime” y “Listening wind”.
R. T. G., diciembre de 2020
El año de la peste
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