Sí, la música es un fenómeno universal

En 1835, el poeta Henry Wadsworth Longfellow, miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, declaró que «la música es el lenguaje universal de la humanidad», y es una idea que hemos asumido desde siempre.

Ya en otras entregas de esta columna, hemos abordado la idea de que la música es una característica inherente al ser humano, la llevamos en nuestros genes; y también hemos mencionado que las manifestaciones musicales varían según la cultura, el contexto social y la época. Sin embargo, esta gran diversidad podría enmascarar patrones de mecanismos psicológicos con profundas similitudes entre las sociedades de distintos lugares o periodos históricos.

En ese sentido, Samuel Mehr, de la Universidad de Harvard, sostiene en su estudio publicado en noviembre de 2019 en Science, titulado Universality and diversity in human song (Universalidad y diversidad en la canción humana), que la música efectivamente supone un rasgo cultural común a todo ser humano, como son la religión, las relaciones sociales, la moral o los sistemas políticos y económicos.

El equipo de Mehr analizó la música de más de 300 sociedades tradicionales de todo el mundo, desde los wolof de África occidental hasta los escoceses de las Tierras Altas; de los guaraníes de Sudamérica a los pueblos agrícolas de Corea del Sur, por mencionar algunos.

Encontraron que la música parece estar ligada a facultades perceptivas, cognitivas y afectivas específicas, incluyendo el lenguaje (todas las sociedades ponen palabras a sus canciones), el control motriz (la gente en todas las sociedades baila), el análisis auditivo (todos los sistemas musicales tienen firmas de tonalidad), y estética (sus melodías y ritmos se equilibran entre la monotonía y el caos). También, los resultados revelan que la música se asocia regularmente con contextos como el cuidado infantil, la danza y el amor.

Así, por ejemplo, los oyentes de la Mafa de Camerún calificaron la música occidental como «feliz», «triste» o «inquietante» de manera muy similar a los oyentes canadienses.

También se pidió a los oyentes estadounidenses y de Kreung, una aldea rural de Camboya, que crearan música que sonara «enojada», «feliz», «pacífica» o «triste», melodías que luego fueron clasificadas por grupos de otras culturas en las mismas categorías.

En conclusión, este estudio sugiere que la música está sistemáticamente relacionada con sus efectos afectivos y conductuales de manera similar en todas las culturas. Es decir, en palabras de Mehr: “La música es universal: existe en todas las sociedades -con y sin palabras- y varía más dentro de cada sociedad que entre sociedades”. ¿Interesante, verdad?

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