La evolución de los hábitos de consumo musical
Cómo ya hemos platicado en esta sección, la música nos ha acompañado desde tiempos inmemoriales; sin embargo, en los últimos años, los hábitos de consumo musicales han sufrido cambios vertiginosos, lo que provoca que la industria discográfica se mantenga en una constante reinvención.
En las últimas décadas, los millennials no solo hemos sido testigos, sino protagonistas de esta evolución de los hábitos de consumo musical.
Actualmente vivimos en una era en la que gran variedad de estilos y artistas están disponibles con solo clic; pero antes de esta revolución, la generación nacida entre los años 1981 y 1996, ha experimentado de primera mano la transición de los antiguos formatos de música a la era digital.
En esta ocasión, aquí en Random analizaremos, desde el ojo millennial, cómo ha evolucionado la forma en que consumimos música y cómo esto nos ha transformado como sociedad.
Cuando los millennials éramos niños, los casetes dominaban el mercado musical, pero aún nos tocó convivir de cerca con los discos de vinilo.
Seguramente, más de una vez tuvimos uno en nuestras manos. Quizá a algunos suertudos, sus padres les permitieron soltar la aguja sobre el disco para comenzar a escuchar música, generando ese ligero sonido de «gis» que añade un cierto encanto y una calidez única a la experiencia auditiva de los vinilos y que es tan apreciado por muchos amantes de la música analógica.
Como te decía, somos la generación que creció con los casetes, cuando tener un Walkman era indispensable para todo aquel joven amante de la música.
Antes de la existencia de las playlists, los millennials tuvimos mixtapes, cintas en donde recopilábamos música para compartir con amigos o declarar el amor y que se convirtieron en una verdadera forma de expresión personal. Teníamos que «cazar» nuestras canciones en la radio para poder grabarlas, rogando que el locutor no hablara.
Luego llegaron los discos compactos, representando todo un fenómeno tecnológico de su tiempo. El Walkman fue sustituido por el Discman, y los mixtapes por carpetas estorbosas para transportar nuestros discos favoritos. Todo melómano que se respetara debía cargar siempre con la suya.
Hasta este punto, el éxito de un artista musical se medía casi exclusivamente con la venta de discos, sus principales ingresos los obtenían de ahí. Así, se ganaban discos de plata, oro, platino o diamante.
Durante décadas, el disco más vendido de la historia es Thriller de Michael Jackson, con ventas estimadas en 70 millones de copias en todo el mundo. Probablemente, esta marca ya no será superada jamás, ya que la industria ya no funciona así, ya no se concentra en vender discos.
Las nuevas generaciones ya no disfrutarán de la experiencia de ir a una tienda de discos. Explorar las estanterías y elegir cuidadosamente un álbum perfecto. Ya no tendrán la oportunidad de escucharlo en los quioscos dispuestos en la tienda, y así asegurarse de que les gustará todo el disco antes de desembolsar su dinero.
Sin embargo, la llegada del formato digital cambió por completo la forma en que los millennials consumíamos música.
El surgimiento de plataformas de descarga de música como Napster y posteriormente iTunes revolucionó la industria.
Por primera vez, se podía acceder a millones de canciones en línea y construir una biblioteca musical digital personalizada. ¿Quién no recuerda el reproductor multimedia Winamp con sus hipnóticas carátulas y sus originales skins?
Las carpetas físicas quedaron atrás y la música se hizo más portátil con la aparición del iPod, que permitía llevar miles de canciones en un dispositivo mucho más compacto.
A partir de entonces, no volvió a ser necesario comprar un disco completo solo por un par de canciones. La industria se desmoronó, los ingresos de artistas, disqueras, productores y tiendas de música se desplomaron. La piratería se normalizó y a pesar de los intentos de la industria, el tsunami digital no se pudo detener, así que tuvieron que adaptarse.
Entonces, bandas y solistas se embarcaron en extenuantes giras mundiales, para así tratar de compensar esas entradas económicas faltantes. Así, el éxito de un artista comenzó a medirse en soldouts y número de fechas.
Pero la verdadera transformación llegó con el auge de los servicios de streaming como Spotify, o Apple Music. Estas plataformas permitieron a los millennials acceder a un catálogo ilimitado de música a través de la transmisión en línea.
Ya no fue necesario descargar o poseer físicamente canciones. Nos olvidamos de los dispositivos de almacenamiento repletos de mp3, ahora basta con tener conexión a internet. Además, se abrieron las puertas a la exploración de nuevos géneros y artistas, con recomendaciones personalizadas basadas en el historial de reproducciones y algoritmos.
La industria volvió a desmoronarse para reconstruirse una vez más. El éxito comenzó a medirse en reproducciones, en vistas, en seguidores.
Las discográficas finalmente cayeron en la obsolescencia. Ya no es indispensable el respaldo de un sello para alcanzar la fama. Las redes sociales rompieron esas barreras para siempre. Hoy, un artista puede defenderse por sí mismo con armado solo su talento, carisma y engagement.
En consecuencia, los hábitos de consumo musical también sufrieron una transformación sin precedentes tras la incursión digital.
Los millennials, como pioneros de esta transformación, hemos abrazado los nuevos formatos y plataformas para acceder a la música, forjando gustos eclécticos y predisponiéndonos a descubrir y consumir música en diferentes plataformas.
Desde los vinilos hasta los servicios de streaming, la experiencia millennial se caracteriza por la versatilidad y la diversidad en el consumo musical, moldeado por la comodidad y la personalización.
Y es que además de las plataformas de streaming, muchos aprecian la experiencia tangible y vintage de los vinilos, que han mostrado un renacimiento en los últimos años. Los conciertos y festivales en vivo también son una parte importante de la interacción musical de esta generación, ya que valoramos la conexión personal y la energía compartida con otros fanáticos.
Podríamos decir que en los adultos jóvenes de esta era, convergen todos los hábitos de consumo musicales de las últimas décadas. Lo que podría reflejarse en rasgos de personalidad contradictorios. Estamos abiertos a cambios, trabajando en la deconstrucción de paradigmas, pero al mismo tiempo añorando lo clásico, las tradición y honrando nuestras raíces.
Si algo es cierto es que, a medida que avanzamos hacia el futuro, la música ha dejado de ser una posesión física para convertirse en un compañero constante en los dispositivos móviles y en la banda sonora de nuestras vidas.
Para cerrar, te dejo mi playlist personal para iniciar el día. Que la disfrutes.
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