Arte, tecnología y comunidad
Cada mes, realizo un podcast sobre música, su industria y sus protagonistas, con un enfoque especial en los artistas emergentes, un sector en el que trabajé durante los últimos seis años. Dejé de lado mi faceta artística en este tiempo para tratar de descifrar el negocio de la música. El podcast se llama Extinto – Música para después del fin del mundo.
El nombre no es casualidad. Realmente creo que estamos en la coyuntura final de una civilización llamada Occidente, en la cual, el poder económico, militar y político se encuentran en un vórtice autodestructivo.
No sorprende que la industria musical, donde trabajamos los artistas, también esté impregnada de las prácticas más turbias del capitalismo tardío. Nunca ha sido un secreto que grandes figuras de la música popular han sido explotadas de distintas maneras por las poderosas compañías discográficas.
Por otro lado, la tecnología ha avanzado tanto que, quienes comenzamos en la era analógica, hoy tenemos la posibilidad de mostrar nuestro trabajo y, quizás, alcanzar cierto éxito. En mi caso, jamás imaginé que sería posible crear un álbum al año en el viejo esquema, debido a los altos costos de producción, distribución y venta de un CD o vinilo. En los últimos diez años, el auge del streaming se ha convertido en el estándar de nuestra industria.
Todo parecía mejorar para los artistas, gracias a las nuevas oportunidades de difusión y monetización en plataformas digitales. Incluso, yo encontré mi camino: creé un sello con el que colaboré junto a decenas de artistas, gestionando sus carreras y proporcionándoles las herramientas que necesitaban. Abrí muchas puertas, conocí a muchas personas y mi nombre empezó a circular en algunos circuitos.
Me iba bien y aportaba valor a cada artista de forma personalizada. No importaba si esos artistas tenían pocas reproducciones en las plataformas. Firmaba acuerdos de colaboración con bajos porcentajes, y mis ingresos provenían de reunir decenas de estos “poquitos”.
Sin embargo, las políticas del ente digital más importante de la industria cambiaron, afectando mi forma de vida. Actualmente, los artistas que no alcanzan mil reproducciones mensuales, quedan excluidos del reparto de ganancias. Todos esos “poquitos” que reunía, perdieron su valor monetario, impidiéndome continuar mi trabajo y vivir de él.
Esta decisión corporativa es una señal clara. Estamos entrando en una era complicada para los independientes. Parece un acto de piratería: una empresa que en su momento rescató a la industria, hoy absorbe millones de “poquitos” que no le pertenecen, utilizándolos en sus tratos con los grandes jugadores de la música. Así, explota a muchos artistas que trabajan de forma profesional, cuyo único error fue no tener mil seguidores al momento de subir su música a la plataforma que todos conocemos.
Anecdóticamente, puedo mencionar que mis ingresos provenientes del sello se han reducido hasta un 70%, con la posibilidad de llegar a cero en los próximos meses.
Ante este panorama, existen alternativas como Bandcamp, la Web3 y la nueva plataforma EVEN. En Bandcamp, los artistas pueden vender directamente su música a sus seguidores, junto con mercancías relacionadas con su marca.
En el caso de la Web3, el modelo es similar, aunque usa criptomonedas y transacciones en blockchain. Esto limita el acceso a compradores que no están familiarizados con esta tecnología. EVEN, por su parte, ofrece una interesante mezcla de tecnología. Permite la venta de música con recompensas exclusivas, y requiere tener una cuenta verificada de Spotify. Esta plataforma, al igual que otras, promete que los ingresos llegarán directamente a la cuenta bancaria del artista.
Sin embargo, más allá de la tecnología, hay una realidad tan evidente que a menudo la olvidamos: todas las herramientas de venta requieren que los proyectos tengan suficiente madurez para atraer clientes. Ninguna tecnología ha reemplazado la conexión entre el artista y su público.
Es cierto que, ocasionalmente, parece que algunos artistas desconocidos logran el éxito de manera casi milagrosa en una plataforma nueva, pero no es la norma. En esta misma columna, ya he explicado previamente cómo ocurre esta “magia”. Dejo el enlace aquí para los curiosos.
Regresando al tema, debemos tener en cuenta que estos casos suelen ser estrategias de marketing de las propias plataformas.
Algunas de estas plataformas, inmersas en las dinámicas capitalistas de nuestra industria, inevitablemente encuentran maneras de hacer dinero a través del marketing, la especulación y, claro, la explotación del trabajo e inversión de los artistas. Esto agrega los últimos clavos a esta era del fin del mundo.
Mantente alerta, crea y valora a tu comunidad. Ellos son quienes en realidad van a llevarte al lugar que deseas y son quienes pueden salvarte de una caída.
Que la música triunfe.