El sueño y la magia
Probablemente la palabra que más he escuchado en mi trabajo como mánager es “sueño”. Un concepto que, en el ámbito musical, se refiere a una alta aspiración, que cualquiera puede perseguir desde cualquier posición, sin importar la experiencia o el rol.
Cada uno de nosotros puede atesorar su propio sueño. He conocido personas que desean comprar una mezcladora de 32 canales para rentarla; otros sueñan con encontrar empleo en una orquesta; algunos aspiran a diseñar y fabricar un pedal de efectos para comercializarlo masivamente, mientras otros desean lanzar una app para el entorno profesional de la música.
Y, claro, está el sueño de la mayoría: convertirse en una suerte de rockstar del siglo XXI, para recibir la aclamación popular en la noche iluminada de un estadio rebosante de fans.
La mayoría de esos sueños son, más temprano que tarde, descartados por la dura realidad de una industria que, en general, es cerrada y frecuentemente descarnada. Yo mismo he formado parte de la primera barricada de un entorno reservado para una élite, que no necesariamente está formada por personajes adinerados o provenientes de un linaje específico.
Si bien ya les he confesado ser alguien que desinfla sueños, hay otra realidad oculta que suele ser la fuente de las mayores decepciones en mi gremio.
En diversas ocasiones he dicho en público que creo en la magia de la música. Sé que sigue existiendo la rara joya perdida del cazatalentos que le abre la puerta grande de la industria a un artista joven y lleno de talento.
La magia sí existe. Aunque para que suceda, se requiere la intervención de un mago. De otro modo, estaríamos hablando de milagros espontáneos.
La verdad es que, en nuestra industria, como en ninguna otra, los trucos mágicos, las fórmulas y los encantamientos están a la vista de todos. Cualquiera, con o sin formación musical, puede comprender mucho del fenómeno del éxito en la música. A la luz de esto, puedo afirmar que quien triunfa en la música, primero se forma como un mago, reuniendo el conocimiento y los ingredientes del santo grial y la piedra filosofal, para transformar el sueño en una realidad palpable.
¿Qué es aquello a lo que me referí como algo oculto y que crea la mayoría de las decepciones? Sin duda es el miedo. La parálisis de la inseguridad. Hoy en día, hay una multitud de herramientas a nuestro alcance para hacer crecer un proyecto musical.
Educación y conexiones son relativamente fáciles de obtener, y aunque los resultados no son instantáneos, existen muchos caminos para convertirnos en el mago que transforma nuestra propia existencia.
No importa si eres artista, agente musical, productor o técnico, la receta más básica del éxito tendrá siempre los mismos ingredientes: pasión, para persistir; disciplina, para mejorar; educación, para entender y crear una estrategia; y, claro, una pizca de talento, que nunca viene mal.
Mi invitación para los artistas es simple: resistan y busquen ayuda. Quien persevera, un día obtiene los frutos que muchos entienden como golpes de suerte, sin reconocer que detrás hay una buena dosis de magia, creada por un mago en el que tú puedes convertirte.
Pero, un momento: como en toda historia épica, claro que hay un ente, una fuerza maligna, un brujo del mal en el panorama.
Alguien que también domina las artes mágicas, pero las usa solo para el beneficio propio. El núcleo de nuestra industria brilla oculto en una cámara custodiada.
Los grandes intereses corporativos gobiernan la cultura musical de nuestra era. Luego de resistir los embates digitales de principios de siglo, que casi acabaron con la gran industria discográfica, esta renació de sus propias cenizas con mayor fuerza y nuevas herramientas.
Hoy la música corporativa entra a casa a través de un teléfono inteligente; las viejas estructuras de producción, distribución y ventas físicas ya no son necesarias. Los artistas gestionan, por algo parecido a su propia voluntad: la alimentación del proceso.
Los negocios musicales llegan a las discográficas ya desarrollados y fortalecidos por los propios artistas, curados naturalmente por el público y los agentes independientes más cercanos a la base de una pirámide que autoexcluye a los artistas demasiado experimentales o excesivamente convencionales.
Todo esto ocurre en un entorno digital, donde la riqueza se distribuye tan inequitativamente como en los campos de la Europa medieval; los campesinos reservaban una parte de su cosecha para su familia y la mayor parte para quienes se enriquecían a su costa. Con la diferencia de que, en nuestra industria, no hay una porción para guardar y compartir con la familia.
¿Entonces cómo se puede sostener la persecución de un sueño musical, si hay tantos obstáculos desde las perspectivas privada y social? La respuesta radica en la carta bajo la manga que todos llevamos: la música, la persistencia y la comunidad.
La música tiene el poder único de conectar, de hablar sin palabras y de resonar más allá de lo que la industria pueda limitar. La persistencia, sostenida por la educación y la estrategia, nos empuja cuando el camino se vuelve oscuro, recordándonos que los logros no son obra del azar, sino de la constancia y el conocimiento. Pero el ingrediente menos mencionado, y no menos valioso, es la comunidad.
Una comunidad auténtica, en la que el artista comparte el centro del foco con otros colegas, es la verdadera magia que podemos crear. Es el poder de unir voces, de amplificar sueños que, de otra manera, se quedarían en el silencio. Este, quizás, es el elemento más difícil de conseguir, pero es el que puede potenciar las carreras de todos.
No se trata de ser el único protagonista bajo la luz del reflector, sino de compartir esa luz con quienes caminan el mismo sendero. De este modo, construimos una nueva forma de hacer magia: una que abre nuevos portales al éxito y desafía las reglas de quienes pretenden dominar la narrativa.
La verdadera magia no es el milagro de un golpe de suerte, sino la alquimia de transformar nuestras aspiraciones en logros reales, juntos, como comunidad. Esa es la magia que podemos y debemos crear. Esa es la magia que nos permitirá vencer.
Que la música triunfe.
Arte, tecnología y comunidad - MELÓMANO
5 días ago[…] la norma. En esta misma columna, ya he explicado previamente cómo ocurre esta “magia”. Dejo el enlace aquí para los […]