DJ Livi: música y el fin de los tiempos
A nuestra generación en Occidente nos inculcaron persistentemente la noción del fin del mundo. De hecho, no solo a la nuestra, sino también a las previas, por al menos mil años. Para quienes nacimos en el último tercio del siglo pasado, el Apocalipsis nos fue relatado a través de productos culturales masivos como Mad Max, Terminator y Blade Runner. A la sombra de esta saga de versiones del fin del mundo, no deja de fascinarme la escena bíblica de una trompeta sonando como señal de cambio. Es intrigante pensar que la música, tan esencial en nuestras sociedades, también podría ser el hilo conductor para entender en parte la decadencia que vivimos hoy en algunos aspectos.
No, no intento alarmar a nadie. El mundo no se va a terminar. Más bien, quizá estamos presenciando el comienzo de un nuevo capítulo en la industria musical que, históricamente, se ha vinculado a las tecnologías de cada era. Así como la invención del pianoforte cambió radicalmente el panorama musical en su tiempo, hoy las inteligencias artificiales inspiran y enriquecen las rutas por las que transitará el negocio musical.
Algo que parece permanecer casi intacto, es que los cambios generalmente benefician principalmente a quienes habitan las altas esferas de la sociedad. A menudo, en perjuicio de quienes sobreviven del otro lado de la balanza. En un equilibrio difícil de sostener, que a pesar de todo, sigue siendo la forma en que entendemos nuestra vida cotidiana.
Hace unos días se anunció una nueva función en la app Spotify, un avance tecnológico completamente en sintonía con nuestra actualidad: DJ Livi (con la agradable voz de Olivia Quiroz, una de las estrellas de la curaduría de la misma empresa). En resumen, esta función integra inteligencia artificial con avanzadas capacidades algorítmicas que terminan por conocernos mejor que nosotros mismos, al menos en términos de nuestro gusto musical. Su núcleo es su habilidad para acoplar propuestas musicales, ya sean actuales o históricas.
La experiencia de acompañarse por un día con DJ Livi es sobrecogedora por diversos motivos. Por un lado, es un prodigio del ingenio la forma en que selecciona música que nos agrada. Por otro, la presencia virtual de Olivia; a quien solo conozco de vista y que me parece una mujer interesante y de trato agradable; me provoca un escalofrío al pensar en lo que significa interactuar con su voz regenerada por una IA. La conexión que esta nueva función puede establecer con el oyente me recuerda a otra película sobre futuros distópicos: Her.
En Her también hay una voz, Samantha, que se dedica a conectar profundamente con su usuario, principalmente a través del audio. Conversaciones largas sobre los temas que le interesan y un rango emocional que va de la caricia al reproche romántico, llevan a ambos a sentir un amor que, si bien no puede materializarse físicamente, tiene todas las demás características de una relación de pareja.
Sin embargo, fuera de las amables recomendaciones de DJ Livi, que siempre fueron canciones de mi agrado, debo destacar que me llamó la atención que no aparecieron muchas de las cosas que suelo escuchar. No hubo ni una sola pieza clásica, un género que escucho al menos dos o tres horas mientras hago mis compras de la semana. Tampoco aparecieron bandas emergentes, que probablemente es lo que más escucho debido a mi trabajo como agente musical. En su lugar, el recorrido de DJ Livi fue una sutil manera de llevarme a escuchar la música más popular de la plataforma, a la cual, según mi comportamiento previo, yo le ofrecería menor resistencia para continuar en la app.
Intuyo, entonces, una herramienta que combina su capacidad de agradarme con la necesidad industrial de homogeneizar el panorama. Algo que me parece otra de las siete trompetas del Apocalipsis.
DJ Livi es un prodigio, ya lo mencioné. Aunque, sinceramente, preferiría más Olivias alimentando listas desde la experiencia humana, recomendando algo que genuinamente conecte con ese reducto humano dentro de la maraña de algoritmos. Por ahora, me conformaré con poner algo de Haydn en mi vieja casetera, mientras suena la siguiente trompeta angelical.
Que la música triunfe.