Cecilia Toussaint, 45 años generando latidos al corazón

La visión de la ciudad estaba a la altura del caos. Por un lado, en las avenidas se buscaba rendir homenaje a los seres amados que partieron en cierta edad a voluntad de la vida; por el otro ángulo, en algunas calles encontrábamos edades diversas en busca de la magia, de los sueños alebrijes. Le pedí al chofer de la aplicación que detuviera su marcha, me bajaría lejano de mi encuentro para descubrirme en la voz de la noche.

Las onomatopeyas, las danzas rituales, las carambolas como oficio de este tránsito; los hombres que cargan a sus niños, las mujeres de bronce que sonríen en el asfalto; la joven maquillada, el fuego en el crucero y los amores que no se soltaban del alma. Ellos, todos ellos me darían la premonición de lo que sería el aniversario 45 en la prolífica carrera de Cecilia Toussaint. Esta postal visual irreversiblemente se transfiguraría al escenario.

Apagadas las luces me aferraba a mi butaca, presintiendo que el recital estaría trazado de simbolismo e ilusión. Desde el primer acorde de la banda, nos daríamos cuenta que sonarían tan duro como el pavimento, ¡así nos dieron la bienvenida! cegando la razón para que despertara el inconsciente de la pasión.

Los músicos ensamblados a la portentosa voz de Cecilia, hacían de cada tema un pragmático estímulo a una eternidad. El pincel del concierto iría pintando la cronología del amor de la artista; se escucharían géneros musicales de rock and roll, blues, jazz. Los agradecimientos estuvieron vigentes y fueron recurrentes e izados con la bandera de la nostalgia ˂˂por los presentes y por los ausentes˃˃.

Canciones icónicas como “Carretera”, “Sácalo” y “Caite Cadáver”, no sólo fueron ilimitadamente aplaudidas; sino los asistentes se convertirían en canto unísono, fueron un gigante que parecían derrumbar las columnas y las piernas del teatro.

Los sospechosos y responsables serían los integrantes de la familia Toussaint:

Enrique Toussaint en el bajo: hombre ave delirante, presente, poseído en las cuerdas que van al cielo.

Julián André Toussaint en la batería: felino músico que emite latidos de tierra.

Cecilia Toussaint: el testimonio del sol, habitante en su garganta.

Aquel glosario de imágenes antes de llegar al recinto aparecería en la función. El teatro de la calle se transpolaría al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Con su hechicería, con la lengua de la utopía; con los ojos de una alebrije mujer.

Fotografía Enrique Gómez Montiel

¿A cuántos grados estás tú?

 

¡Sin freno ni licencia!

Israel Gayosso

México, 2023

Sobre el autor /

Escritor y columnista mexicano

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