Pros y contras de la IA en la industria musical

Hoy en día resulta ingenuo referirnos al «futuro» cuando hablamos de la inclusión de la Inteligencia Artificial en la creación artística (y en la vida cotidiana). Las IA están aquí, son el presente.

Al respecto, el uso de IA en la música ha sido un tema polémico. A pesar de las ventajas que puede ofrecer, muchos temen que la creatividad y la emoción humana sean reemplazadas por productos fríos y sin alma.

Recientemente, el lanzamiento de «Heart on my Sleeve», una supuesta colaboración entre Drake y The Weeknd creada por inteligencia artificial, ha vuelto a poner este debate en el centro de atención.

Para crear este tema, el productor identificado como Ghost The Producer, utilizó un software al que entrenó usando las voces de los dos artistas, para así suplantar la voz con la grabó originalmente la canción de su autoría.

El resultado fue un tema inédito de rap con una melodía melancólica y letras que hablan sobre el amor con claras referencias a la cantante Selena Gomez, ex pareja de The Weeknd. Con esto engañó a más de uno y alcanzó millones de reproducciones en tan solo unos días.

Como era de esperarse, la controversia se desató de inmediato. Aunque Universal Music no consiguió demandar por plagio, ya que técnicamente no lo es, sí ha solicitado a plataformas como Apple Music o Spotify que eliminen la canción y que bloqueen a empresas de IA para que no puedan usar su música para entrenar a sus tecnologías.

Desde luego que el uso de inteligencia artificial en la música no es nuevo. Es este mismo espacio ya hemos revisado ejemplos de cómo se ha utilizado para crear música, que datan desde 2016 o antes. También ya se utiliza cotidianamente para procesar audio, analizar datos de música y generar recomendaciones personalizadas.

Pero en esta ocasión quiero concentrarme en el aún irresoluto debate sobre la barrera que se pensó diferenciaría por siempre a las inteligencias artificiales de la humanidad: la creatividad. Membrana que las IA parecen haber filtrado ya.

PROS

Por un lado, lo anterior podría significar una nueva frontera para la creatividad musical, ya que los artistas pueden utilizar herramientas de IA para explorar nuevos patrones, géneros y tendencias en su música y así crear nuevas formas de expresión musical. Además de que el uso de IA es una forma de aumentar la eficiencia en el proceso de producción musical, lo que permitiría a los artistas concentrarse en la creatividad y la interpretación.

Al respecto, tenemos el ejemplo del proyecto Flow Machines, una inteligencia artificial que utiliza algoritmos de aprendizaje automático para componer música en estilos variados, como jazz, pop y folk.

También puede usarse para procesar audio en tiempo real, lo que permite la creación de efectos de sonido y música en vivo, transformando la experiencia de asistir a conciertos. Tal es el caso NSynth Super, una interface que utiliza redes neuronales para sintetizar sonidos nuevos a partir de muestras de audio existentes. Parte de un experimento en curso llamado proyecto Magenta, del cual también ya te había hablado en esta columna; una investigación dentro de Google que explora cómo las herramientas de aprendizaje automático pueden ayudar a los artistas a crear arte y música de nuevas maneras.

En cuanto al análisis de datos musicales, la inteligencia artificial se ha utilizado ampliamente para analizar big data de música y descubrir patrones y tendencias. Un ejemplo es el proyecto Hit Song Science, que utiliza algoritmos de aprendizaje automático como Machine Learning para (toma asiento) predecir el éxito de una canción en las listas de éxitos.

Así mismo, la inteligencia artificial sirve para crear sistemas de recomendación de música personalizados cada vez más exactos, como el usado por plataformas como Spotify, que utiliza algoritmos de aprendizaje automático para sugerir canciones y artistas basados en las preferencias del usuario. Nada nuevo.

Por si fuera poco, la inteligencia artificial se ha utilizado para transcribir música de audio a partituras. Como muestra está MuseNet, que utiliza redes neuronales para generar composiciones musicales hasta de 4 minutos con 10 instrumentos diferentes y que permite combinar múltiples estilos y géneros, desde country hasta Mozart o The Beatles. MuseNet utiliza la misma tecnología que GPT-2.

Todo lo anterior, sin mencionar que las IA pueden reducir costos y tiempo de la producción musical, lo que brinda una oportunidad invaluable para que artistas independientes puedan competir de forma más justa en la industria. Sin embargo, esto representa una indiscutible nueva revolución en los procesos de producción y consumo musicales (como si no hubiera sufrido ya suficientes transformaciones en las últimas décadas).

CONTRAS

Por otro lado, hay quienes alegan que el uso de inteligencia artificial para crear música es un claro ejemplo de cómo la tecnología está afectando negativamente la creatividad y la originalidad.

Algunos críticos especializados argumentan que la música creada por inteligencia artificial carece de la autenticidad y la singularidad que se obtiene de la creatividad humana.

Lo anterior me hizo pensar en la concepción sobre la creación artística que Walter Benjamin plasmó en su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), donde, hace casi 90 años, ya hablaba de su preocupación respecto a la sistematización del creatividad.

En dicho texto, plantea un interesante concepto: «el aura». Se referirse a todo aquello que hace única a cada obra de arte. Explica que cada obra de arte tiene un tiempo y un espacio determinado que sigue un trayecto a partir de su creación. La obra de arte es única, y aunque puedan existir falsificaciones o reproducciones de ella, no puede haber otra que recorra su mismo trayecto espacio-temporal.

En otras palabras, el aura es la esencia de una obra de arte, aquello que no es reproducible ni falsificable.

En ese sentido, la música creada por una máquina puede ser técnicamente impresionante y completamente original, pero ¿Tiene alma? ¿Es única? ¿Puede realmente conectar con las emociones de las personas?

Sabemos que para que una IA pueda crear una canción nueva, necesita ser alimentada con referencias y producciones previas, pero ¿No es lo mismo que hacen los artistas humanos?

¿El «aura» de una pieza musical está en la consecución de sonidos y silencios viajando en el aire, o en las manos que la escriben y ejecutan? ¿Para que una canción tenga alma debe ser creada e interpretada por seres vivos?

Para algunos, la música creada por una herramienta de IA carece de emoción, lo que la hace menos atractiva para el público.

Como veíamos hace dos años en esta misma columna, ya es posible escuchar una nueva canción de Nirvana, y ahora hasta en la voz del propio Kurt Cobain, sin que ninguno de los integrantes se involucre, pero nunca podrá compararse con aquellas que sí grabaron los tres juntos.

Sin embargo, ¿Es esto meramente subjetivo? ¿Es solo cuestión de percepción? ¿Qué pasaría si esa misma producción de una IA nos la venden como una lost tape rescatada de las sesiones de grabación de In Utero? ¿La apreciaríamos diferente? ¿Tendría un valor distinto?

Otro argumento en contra del uso de la inteligencia artificial en la industria musical es que puede llevar a una dependencia excesiva de la tecnología. Si los artistas llegan a confiar demasiado en las herramientas de IA para crear y producir música, se pueden atrofiar su propio instinto y habilidades e incluso menospreciar su talento. Esto puede llevar a una homogeneización de la música, donde las pistas creadas por IA suenen todas iguales y carezcan de la individualidad y la creatividad propia de cada artista.

Aunque sin duda, los temas más preocupantes radican en la privacidad y suplantación de identidad, en donde la inteligencia artificial se puede involucrar el procesamiento y uso de datos personales, así como en la duplicación digital de imagen y voz, lo que plantea preocupaciones sobre la seguridad e individualidad de los usuarios.

Para ser honestos, actualmente, la frágil ética humana es lo único que impide que podamos ver nuevos videos musicales, de temas inéditos, interpretados por Michael Jackson o Elvis Presley, e incluso asistir a sus nuevas giras de conciertos «en vivo», tal como pretendió Mitch Winehouse con el holograma de su hija Amy o la espectacular serie de conciertos que ABBA ofreció en Londres usando avatares digitales de primera generación, 40 años después de que pisaran los escenarios por última vez.

Finalmente, otra de las preocupaciones latentes es el desplazamiento de trabajos, derivada de la automatización de la creación musical, lo que ya puede reemplazar a los artistas, editores y productores humanos.

Como dejaba entre ver al principio de esta columna, técnicamente, ya ni siquiera son necesarios ni Drake ni The Weekend, mucho menos su disquera o productores, para que escuchemos una colaboración entre ellos.

Sin embargo, hay que resaltar que, al menos hasta el momento, la intervención humana sigue siendo indispensable, ya que la IA sigue necesitando al menos una persona que dé las instrucciones. Probablemente sea precisamente en ese hecho donde radica la genialidad, donde se prende esa chispa de creatividad, lo que se hace el «arte».

Así, «Heart on my Sleeve» o Lost Tapes of the 27 Club no son más que ejemplos de cómo los artistas están utilizando esta tecnología para innovar y explorar nuevas formas de hacer música.

Es un hecho que, mientras que la inteligencia artificial tiene el potencial de revolucionar la forma en que se crea, produce y consume música, también hay preocupaciones legítimas sobre la pérdida de autenticidad y singularidad en la música, así como una dependencia excesiva de la tecnología.

Pero entonces ¿La música creada por una herramienta de IA es auténtica y original? ¿Hay algún valor en la creatividad humana y la singularidad en la música? ¿Los seres humanos llegaremos a ser innecesarios en el proceso de producción musical?

Es difícil responder de manera definitiva estas y las demás preguntas que planteo en este texto. Considero que el reto radica en que los artistas encuentren un equilibrio entre la tecnología y la creatividad humana para producir música que sea auténtica, única y emocionalmente conectada.

Pero si algo es claro, es que la inteligencia artificial llegó para quedarse, que se está convirtiendo en una parte cada vez más importante de la producción musical y que definitivamente cambiará, para bien o para mal, la industria de la música para siempre.

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2 comentarios

  • Edjan
    1 año ago Reply

    Realmente muy interesante este artículo. Este tema da mucho que pensar. Sucedió algo similar a finales de los años 70 con el advenimiento de los sintetizadores, secuenciadores, cajas de ritmo etc. En aquellos años se armo un gran revuelo en Inglaterra con el Sindicato de Músicos, que quería prohibir la venta de esos equipos porque decían que «desplazaba» a los músicos, es decir, que una sola persona programando estas máquinas podía hacer el trabajo que antes hacían varios ejecutantes de música. En México paso algo similar. con el SUTM. A final de cuentas los sintetizadores, secuenciadores etc. se acabo integrando a la música, encontrando sus espacios, sin realmente deplazar a nadie. Esperemos que así suceda con la IA, y que esta nueva herramienta sirva para incrementar la creatividad y proponer cosas nuevas sin que afecte a nadie… o al menos ese es mi deseo. Saludos!

    • Luis Lailson
      1 año ago Reply

      Gran aportación, tienes toda la razón. El tiempo lo dirá, pero estoy casi seguro que así será. Muchas gracias por tu aportación. Saludos de vuelta.

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