Una noche en Bombay con Amancio D’Silva
No encontrarán el nombre de Amancio D’Silva si buscan en las listas de mejores guitarristas del mundo, injustamente. Ni siquiera figura en los rankings de mejores guitarristas de jazz y sin duda lo fue.
Repasando su obra y legado, nos daremos cuenta que está a la altura de un Grant Green; al igual que él, ha sido un artista infravalorado, considerando su gran despliegue de habilidades técnicas y creativas a la hora de tocar, componer y hacer arreglos.
Amancio era un hombre hecho uno con la guitarra, la dominaba en lo técnico con un estilo impecable y podía cambiar entre distintos tipos de jazz a voluntad, haciendo gala de sus capacidades.
Tenía una relación especial con el instrumento, eso lo llevó a tocar diferentes modelos y sacar lo mejor de ellos, una especie de coleccionista de sonidos guitarrísticos, un rastreador nato de particularidades tímbricas.
En el sitio web dedicado a su vida y legado musical, podemos ver referencias fotográficas de él tocando guitarras legendarias como la Eko M100, la Gretsch Country Gentleman diseñada por Chet Atkins, la blueserisima Guild T-100, la Hofner Verythin y diferentes tipos de Gibson.
Desde chico mostró gran urgencia por tocarla, los shows de radio de la Voice of America Jazz Hour que llegaban hasta su aparato receptor fueron un tremendo estímulo y sus únicas lecciones. Esta dulce nostalgia salida de una ensoñación queda patente en las constantes referencias a su tierra natal, tanto en los sonidos como en los títulos de los temas: el Ganges, Goa, Jaipur y Bombay casi se pueden ver y tocar.
Su iniciativa y su persistencia lo llevaron a convertir un bajo eléctrico en su primer guitarra y llegó a ser conocido y solicitado por su capacidad para customizar el instrumento y fabricar pastillas para guitarra eléctrica, también llamadas “pickups”.
Amancio era migrante, su carrera musical comenzó en India, su país natal, allí ganó experiencia con grandes músicos y compositores como Connie D’Souza y Braz Gonsalves.
Fue después que viajó con su esposa Joyce y su familia, procurando la salud de su hijo. Ya en Inglaterra, trabajó duro dentro y fuera de los escenarios. Su estilo inigualable le fue abriendo espacios en los clubes mientras hacía relación con músicos y productores de jazz que a su vez lo invitaban a grabar y a hacer numerosas giras. Tocar en vivo era lo que más disfrutaba.
Como compositor, Amancio es uno en un millón. En sus producciones discográficas, se manifiesta una total integración de elementos que forman un Indo-Jazz perfecto.
En sus discos Integration, Hum Dono con Joe Harriott, Reflections, Cosmic Eye: Dream Sequence y mi favorito, el antes inédito Konkan Dance, suenan la guitarra, el bajo, la trompeta, el sax, la batería, la sítara, el violín, la flauta, las percusiones, la tabla, el piano y las voces, en un viaje progresivo, profundo y psicodélico.
Es música grabada hace cincuenta años, pero es esta una época ideal para revalorizarla, reeditarla y llegar a un público nuevo.
Sus experimentaciones son deleite para el oído del espectador, no solo producen placer para aquel que las ejecuta. Nunca es demasiado avant garde o freejazz; en todo momento se prioriza un estilo armónico, atrevido, libre y natural. No solo la música, el trabajo de mezcla en el estudio es de primerísima.
No resta más que dejarlos en las manos prolijas de Amancio D’Silva, un músico que logró que las antípodas se toquen.