Interpol. O de cómo componer canciones tristes sobre sexo y seguir siendo congruentes
Canciones tristes sobre sexo
Por motivos que aún no entiendo del todo, Interpol se convirtió, entre el año pasado y éste, en una de mis bandas favoritas. No es que no me gustaran antes, sino que a pesar de escucharlos desde 2002, pasé ocho años viéndolos como una banda menor y ocho más ignorándolos. Con un sonido único y, a veces un poco neurótico, pero agradable, Interpol ha hecho carrera sólida principalmente gracias a dos cosas: 1) las canciones tristes sobre sexo y crushes fallidos y 2) su absoluto desinterés en que los sigan comparando con Joy Division.
Así que aprovechando que el Turn on the bright lights acaba de cumplir la mayoría de edad, y el Antics, sus sweet sixteen, trataré de recapitular este gusto recuperado llamado Interpol.
Como la mayoría de estas historias, todo comenzó en septiembre de 2002 con las reseñas que de su primer disco hicieron revistas como La mosca en la pared y Switch, que lo catalogaban como un disco mediano, en la misma línea del boom del indie y el post-punk revival neoyorkino, inaugurada por The Strokes en octubre de 2001, y del que saldrían bandas como The Yeah Yeah Yeahs, los fabulosos The National (ok, no, ellos son de Cincinnati) y, por supuesto, Interpol.
Estos weyes forman su banda en Manhattan en 1997 y se toman con total tranquilidad la composición de las once canciones de su primer álbum. Lanzan un par de EPs y salen disparados como cohetes hacia la luna.
Turn on the bright lights
No es por ser mamador, pero desde las primeras notas de “Untitled” me engancharon. Y de ahí pa’l real. Yup. Before it was cool, my dudes. Aún recuerdo que las revistas especializadas le daban calificaciones de 8/10, 7/10, 3.5/5. Y mírenlos ahora, todos chulos e influyentes, encabezando las listas de los mejores discos de las últimas dos décadas en esas mismas revistas arrepentidas. Surprise you sometimes.
Este primer disco es como un buen vino. El tiempo ha sido generoso con él y, personalmente, me parece el mejor en términos musicales. El disco se lanza en agosto de 2002 y con el tiempo alcanza un estatus de culto, así como críticas, sobre todo revisionistas, bastante favorables. Es considerado por gran parte de sus fans como su obra maestra, y posicionó a Interpol como cabeza de la escena musical neoyorquina junto a The Strokes quienes, a diferencia de ellos, no supieron mantener su originalidad ni su carrera (y bueno, cuando tienes al León Larregui newyorker como frontman tampoco es que te puedas mantener demasiado en la cima).
Su sonido atmosférico, walls of sound, post-punk de manual, riffs de guitarra extraños y una base rítmica bien armada fueron suficientes para que los indies snobs los mamaran para siempre. Además, es una obra atemporal que al día de hoy sigue sonando fresca e intensa, como si estuviéramos en 1980, en 2002 o en 2020.
El álbum fue grabado en noviembre de 2001 en Tarquin Studios en Connecticut, y fue coproducido, mezclado y diseñado por Peter Katis y Gareth Jones, sus compis de Matador Records.
Destacan casi todas sus canciones. Personalmente me encanta la simpleza de “Untitled”, canción que fue escrita específicamente para abrir los shows en vivo de la banda. Cinco putos años planeando cómo debía sonar ese primer acercamiento, esa canción introductoria. Como cuando Cerati solista iniciaba sus conciertos con “Juegos de seducción” (Te llevaré hasta el extremo) y los cerraba, sencishito y carismático, haciendo que todo el público le cantara el coro de “Puente” (y ahí todos como pendejos entonándole a capella “Gracias por venir”. Un genio ese pinche Cerati. Y genios también los de Interpol).
Además, este disco (y los que siguen) es la mamá de todos los demás clones de Joy Division desde Editors y She Wants Revenge, hasta Cut City y todas las banditas actuales de past-pank ruso.
Las favs: “Untitled”, por supuesto, “Obstacle 1” (ella puede leer y es malvada) y 2, “PDA”, “Say hello to the memes”, “Stella, I love u” (She broke away), “Roland” y la azotada “The new”.
Antics
En su momento el Antics me pareció más minimalista y austero, musicalmente menos ambicioso que su álbum debut. Con los años he entendido que ño, no era minimalista (ahora es de hecho mi favorito), sino que apuntaba hacia el tipo de música, en general más contenida, que de ese modo se distanciaba estilísticamente de la que se hacía en los años noventa.
Antics fue lanzado el 27 de septiembre de 2004. Interpol llegó con un discazo que no solo terminó de moldear un sonido anguloso que se volvería característico, sino que los consolidó. El disco es pura energía de principio a fin, incluso en las baladitas e, incluso, en las partes melosas de las canciones, o quizá gracias a ellas. Diez rolas sencillas, predecibles y muy, muy, muy honestas en una producción limpia, que recuerda al Unknown pleasures, y que dan ganas de oír una y otra vez.
También es Antics, el disco favorito de mi crush Paul Banks, así que el mérito es doble; porque no repetían la fórmula, sino que la mejoraban, porque la banda no se esforzó tanto por sonar rara y porque las letras, incluso, son un poco más optimistas.
Es cierto que algunos amarguetas dicen que suena como música de fondo, como música de elevador neoyorkino. Ellos se lo pierden. Porque cuando alguien piensa en Interpol o piensa en recomendarle la banda a algún neófito, piensa en Antics, no se hagan. Además es el disco en el que viene “C’mere, mai lov” y ya sólo por esa canción, que es prácticamente un meme sonoro, la banda se ha ganado una curul en el cielo de los soldados caídos.
Las consen: “Next exit”, “Evil”, “Narc”, “Take you on a cruise”, “Slow hands”, “Not even jail”, “Public pervert”, “C´mere”, “Length of love” (Combaaat Salaciuuus remoooval), “A time to be small” y hasta el remix “Fog vs. mould for length of love” (o sea, todas, lol).
Our love to admire
Acá empezamos con los tropezones. Este disco me agarró trabajando como productor de radio, en plena efervescencia de mi gusto adquirido por Joy Division. Como ya adivinaron, no pude dejar de escucharle tooodas las referencias, todas, desde los tamborazos menos obvios hasta las atmósferas.
Our love… fue lanzado el 10 de julio de 2007 y, a diferencia del anterior, sus elaborados arreglos polarizaron a la crítica especializada, ya que era una desviación del sonido simple de sus álbumes anteriores.
Como curiosidad, en pleno auge de las redes peer 2 peer, como E-mule, Ares y Torrent, comenzó a circular un disquito filtrado llamado Mammoth, supuestamente atribuido a Interpol. El disquito era en realidad una copia de Exit decades, de los suecos Cut City. Debido a algunas similitudes de estilo entre esas dos bandas, la filtración falsa fue bastante convincente para los incautos. Y si no han escuchado a Cut City, ¿qué diablos están esperando?
Es cierto que las influencias de Joy Division estaban en la banda desde el primer disco, pero no eran descaradas como sí lo fueron en Our love to admire, un disco tan bueno que podría parecer de Joy Division, o tan malo que no pudo encontrar un sonido propio, según prefieran verlo. Lo que sí es un hecho es que ciertas pistas flojas apuntaban a que la banda podría caerse de nalgas si le daba por ahí, y pues sí, eso pasó cuando dijeron: “Ahí es”. Spoiler: ahí no era.
Las fovvs: “Pioneer to the falls”, “No I in threesome”, “The Heinrich maneuver”, “Mammoth”, “Rest my chemistry”.
El homónimo
Un día después de mi cumpleaños en 2010, cuando aún batallaba (ja) con el pago puntual de mi salario como profe, me quejaba amargamente de no estar presente en el primer Corona Capital para ver a los Pixies, Interpol, Echo and the Bunnymen, ni Arcade Fire. Fue en ese momento que mi percepción de Interpol como una banda menor cambió: weeeey, cerraban el Corona, no los Pixies: Interpol. Un poco como cuando Kraftwerk le abrió a Radiohead en 2009, pinche sacrilegio, esé. Pero así era. Poetas mayores, vamos.
Lo malo es que se consagraban con el que es, a mi parecer, el disco más guango que tienen, el homónimo, tras el cual tuvieron que reestructurar su concepto que parecía irse al caño. Y no me vengan con tarugadas de que es un disco oscuro, profundo e incomprendido, no lo es. Pero no tiene por qué ser algo malo, es un bache necesario para lo que vendría en la década que iniciaba.
De ese disco recuerdo vagamente una canción que no sé por qué no ha sido incluida en esos montajes de canciones en inglés que parecen decir frases en español: como la inefable “Huevos con aceite”, de Twisted sisters. “Barricade” tiene una frase matadora como esas: ¿Qué pasó, güey? («Keep us away») y no diré más porque tampoco importa…
Pero es que hasta la voz suena de hueva, en serio.
La crítica se dejó apantallar, igual que los fans from hell. Pero todos los demás reconocemos de inmediato un disco guango cuando lo oímos. Next…
Hasta Carlos Dengler salió corriendo de la banda tras grabar ese disco. Por algo.
Ok, ya.
Las fff: “Lights” (muy a huevo, la verdad), “Barricade”.
Elpintor
¿A qué edad descubrieron que Elpintor es un anagrama de Interpol? ¿Coincidencia? No lo creo, sobre todo después de conocer el nivel de españolidad que les viene manejando el señor don Mr. Banks. Yo estaba desencantado y desconectado de Interpol en 2014 por culpa del homónimo (weeey, yaaa), por eso esa canción “All the rage back home”, parecía una declaración de principios. Y pues sí, funcionó.
Volvían a sonar como en Antics y en los mejores momentos del Our love... y al mismo tiempo apuntaban hacia lugares nuevos como en “Same town, new story” o “Tidal wave”.
Además, el disco era autoproducido, es decir, sonaba exactamente como querían, sumando el hecho de que estaban de regreso en Matador Records. Ah, eso no se los conté: cuando grabaron el Our love… Capitol cepilló de la nómina de un plumazo a todo el personal de Matador. O sea, hubo un punto en el que Kessler, Banks, Dengler y el otro no sabían ni siquiera quién carajos estaba produciendo el disco, además de que estuvieron como 90 días en el estudio.
Entonces, sí, all the rage back home, y era necesario no solo después del homónimo, sino de un disco solista bastante mediano que había grabado Banks un par de años antes.
Les favs: Pocas realmente, “All the rage back home”, “My sesire”, “Anywhere”, “Same town, new story”, “Tidal wave”.
Marauder
Dice el escritor Agustín Fest que en 2018, con Marauder, Interpol suena hasta feliz, pero eso está bien. Y, dicho sea de paso, también es un discazo. Lanzado el 24 de agosto de 2018, no hay mucho que decir aparte de eso. El disco cumple, y con creces cuando te enteras además de que las cinco canciones de ese hermoso EP que es A fine mess, que suenan un poco más mugrosas y raspositas que de costumbre, fueron pistas descartadas del Marauder. OhMyGad!, cosa que se agradece.
Como plus, el productor de Marauder y A fine mess fue el legendario Dave Fridmann, famoso por sacarle punta y sofisticación a los discos de todas esas bandas de psicodelia pop que suenan a LSD, hongos y ayahuasca como: Mercury Rev, Flaming Lips, Weezer, Café Tacvba, Mogwai, Sleater-Kinney, MGMT, Tame Impala y Spoon.
Las Favos: “If you really love nothing” (melosa pero linda), “The rover”, “Complications”, “Flight of fancy”, “Stay in touch”. Y también “Fine mess” y “Real life”.
Perronas pa’ trapear
Rememoro todo esto un poco a propósito de que el 18 de noviembre de 2019, Vi a interpol en el último concierto al que fui y al que quizá iré tras estos tiempos de postpandemia. Banks y compañía tocaron como dioses, muy a pesar de los dos borrachines que se agarraron a chingadazos frente a nosotros. Éramos felices y no lo bla, bla, bla.
Lo que me trae de vuelta a este año y al lanzamiento del disco de homónimo de Muzz, banda formada por Banks, Matt Garrick (The Walkmen) y el dios multiinstrumentista Josh Kauffmann (The National, The War on Drugs), que despedaza cualquier expectativa respecto al sonido que debería tener y que suenan muy bien. Las baladas les quedan.
Les decía al principio que no tenía muy claro de dónde vino ese gusto recuperado. Quizá fue de todas las horas que le dediqué previo a verlos en vivo (uno no puede quedar mal con los de al lado cuando corea, posoye), o quizá a que el grupo Interpoleros de Facebook es una de las comunidades más cagadas e ingenuas de aquella red, que te contagian su buena vibra y su devoción. O quizá es el hecho de que Alejandra los descubrió por accidente mientras hacíamos el quehacer y ahora es el soundtrack definitivo de la trapeada y la lavación de trastes, que en tiempos de pandemia y confinamiento, ocurre más veces de las que nos gustaría admitir. O sea, escuchamos «C’mere» y nos dan ganas de barrer. Y pues eso. It’s way too late.
Entonces, escuchen a Interpol. Ya. Ahorita. Y pónganse a trapear.
R. T. G.
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