Demasiados talentos excepcionales relacionados con la música han partido en este 2020: Manu Dibango, Bill Whiters, Little Richard, Victor Olaiya, Ennio Morricone, Luis Eduardo Aute… De cada uno de ellos se puede escribir no una columna sino un libro.
En Las antípodas se tocan nos enfocaremos en Tony Allen, quien dejó este mundo el 30 de abril en París. Con él se ha ido una forma de tocar la batería que quizás no volverá.
Una de sus últimas aportaciones a la música es Rejoice, un álbum que finalizó en contraparte con el trompetista Hugh Masekela, con la particularidad de que este último falleció en 2018. Tony Allen finalizó el disco con las grabaciones y el espíritu de las sesiones en el estudio.
Uno de los temas reza una frase que dice “Lagos never gonna be the same without Fela”, es Masekela haciendo referencia a la decadencia social y cultural que se vive en Nigeria, y una añoranza por los años en que Lagos se desvelaba toda la noche bajo el influjo de Fela Kuti y África ´70, de quién Tony Allen fuera no solo el baterista y director musical sino el creador del fenómeno polirrítmico que hoy conocemos como Afrobeat.
En los años 70, Lagos vivió una explosión musical con bandas como MonoMono, The Funkees o los grupos conformados por Victor Uwaifo. Tony siempre nutrió su música de la cultura africana, especialmente del juju de los Yoruba, pero también del funk, los ritmos latinos y el highlife.
Tony era un genio autodidacta, se acercó a la batería a sus dieciocho años y nunca dejó de evolucionar, pero no nos engañemos, se esforzó muy duro día tras día imitando los movimientos y estudiando de oído las técnicas de sus mayores influencias: los bateristas de jazz hard bop y post bop que escuchó desde los años 50: Art Blakey, Max Roach y Elvin Jones; al final de su vida Tony Allen podía estar seguro de haberlos incluso superado.
Tony no solo era el baterista más cool del universo conocido, era un músico total; escribía las partes para los otros instrumentos que intervenían en sus álbumes como solista. Siempre estuvo abierto a nuevas ideas aunque nunca incorporó percusiones electrónicas a sus discos, pues consideraba que las cajas de ritmo eran otra cosa pero no baterías. Eso no le impidió colaborar con nombres icónicos del techno como Moritz Von Oswald y Jeff Mills o personajes tan contemporáneos como Damon Albarn o Theo Parrish.
Además era un músico comprometido con la libertad, no solo reivindicó la etapa de letras combativas con Fela Kuti; fuera y dentro de sus producciones musicales abordó los temas de la no discriminación, la crisis migratoria, el uso lúdico de la marihuana o la corrupción enquistada en los gobiernos africanos.
El lugar de Allen es irreemplazable en el plano musical, sin embargo deja un legado artístico que seguirá fluyendo en el mundo entero durante generaciones, un movimiento incesante, un ritmo inagotable, un gozo compartido por la belleza de la vida.