Goo de Sonic Youth cumple 30 años y nos sigue volando la cabeza
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“Are you gonna liberate us girls
from male white corporate oppression?”
Kim Gordon – Kool Thing
Este 26 de junio, Goo de Sonic Youth cumple 30 años. El disco que se debate, debido a su «popularidad», con el Daydream Nation como mejor álbum de los neoyorkinos Gordon, Moore y compañía sigue sonando duro, fancy, áspero y glam, todo a la vez; un disco en que el pop y el mundanal noise se vuelven una misma cosa. Ustedes dirán, «Gracias, Capitán Obvio, cada álbum de la Juventud Sónica es un clásico contemporáneo”. Pero la popularidad y accesibilidad de Goo logra, como todo clásico que se precie, que aún después de alcanzar el nivel 30 nos siga volando la cabeza.
Nacido casi un año antes de la marea grunge de la época, el disco tuvo una influencia brutal en esas bandas nacientes que mezclaban el punk con el ruido y crearían el típico sonido de principios de los noventa, guitarra chillante incluida. Pero Sonic Youth siempre iba a lo suyo.
Solo estaban saliendo del under, aprovechando las posibilidades que les daba estrenar contrato con una disquera gorda. Su álbum anterior, Daydream Nation (que personalmente es mi álbum favorito de la banda), había recibido un montón de críticas elogiosas un año antes por su sonido de lija y sus extrañas estructuras. Considerado como el otro gran referente de Sonic Youth en los noventa, canciones como «Teen age riot» y «Cross the breeze» eran simplemente alucinantes en su furia de tonos grises. Esto le mereció ser elegido por la Biblioteca del Congreso para ser preservado en el Registro Nacional de Grabación estadounidense en 2005.
Y fue tan buena la mancuerna que lograron con el productor Nick Sansano, quien había hecho fama en los ochenta produciendo álbumes de rap y que tradujo esa atmósfera oscura y opresiva a la producción de Daydream Nation, que decidieron aprovechar el control creativo que les otorgó su sello discográfico para coproducir Goo también con él.
Con una duración de 49 minutos, Goo fue grabado entre 1989 y 1990, en el estudio Sorcerer Sound and Greene St. en Nueva York para el subsello DGC, perteneciente a Geffen Records.
Sonic Youth venía de una década atropellada tocando en rincones desconocidos de Nueva York. Pero al comenzar la década de los noventa, Moore, Gordon, Renaldo y Shelley decidieron divorciarse de su disquera anterior por algunos problemas de distribución. Esto los llevaría por primera vez al mainstream, añadiendo a su estilo garage, no wave y apocalíptico un poco más de elasticidad.
My friend Goo
Su título original, incluso, no era Goo sino Blowjob?, un poco para medirle el agua a la nueva disquera; pero con el paso de los días prefirieron el nombre ya conocido, inspirado en la canción «My friend goo» que, en cierto modo, no se aleja tanto del campo semántico de Blowjob.
Con este ajuste en el estilo, la banda buscó expandir sus arreglos guitarrísticos y sus muros de sonido hacia un rock alternativo que ya habían acariciado en el álbum anterior, enfatizando aún más sus referencias a la cultura pop (que en aquel tiempo no parecía un recurso tan cómodo como lo es ahora).
Con un montón de afinaciones extrañas a las guitarras e incluso usando objetos como destornilladores o baquetas, Sonic Youth ha sido reconocida como una de las bandas que redefinió en los ochenta lo que la guitarra de rock podría hacer.
Cuando salió Goo y sonaron lo primeros acordes de «Dirty boots», algunos de los niños rata de la época pegaron el grito en el cielo porque la banda se movía peligrosamente hacia el rock, dejando en suspenso sus raíces avantgard art-noise punk de la década anterior. Ahora, de pronto, el trve imbécil en turno escuchaba «Kool thing» y se rasgaba las vestiduras. «Jesús de Veracruz, están tocando melódico, están haciendo rock». Y pues sí, tampoco nos hagamos güeyes, pero no era necesariamente para mal.
Goo incorporó una vena más musical al repertorio, refinando el sonido crudo y rudimentario y conciliando el alt-rock con tonos más violentos que, un año después explotarían a la par con los movimientos grunge y shoegaze.
Y entonces, quienes le dan la oportunidad, tienen su epifanía. «No es que la banda haya despreciado la estructura en el pasado a pesar de su reputación deconstructiva». Y comienzan a escuchar Evol y Sister y Bad Moon Rising y hasta Daydream Nation con la idea de que ¡Boom! Sonic Youth simplemente exploraba las convenciones melódicas de acuerdo con las posibilidades de cada momento. Convenciones que, a partir de Goo y posteriormente Dirty, pasarían a ser otras.
Tunic (Song for Karen)
En Goo esas convenciones se volvieron más evidentes por el empujoncito que la coherencia melódica le dio a su fuerza centrífuga y desbocada; y por esa intención de meter el ruido, el pop y la psicodélica en la licuadora, dejando en la mezcla final un canal que reproduce también, cómo chingados ño, el sonido de la licuadora misma; pues el Sorcerer Sound tenía sendas consolas de 24 pistas que les permitían meter en la cazuela todo lo que les diera la gana.
Durante ese tiempo en el estudio, se dieron el lujo de incluir invitados, como Chuck D de Public Enemy, que estaba grabando en el cuarto de al lado, o J Mascis y Don Fleming; además de experimentar con una que otra pachequeada, como colgar micrófonos de la pasarela, aislar al baterista en una cabina y otros experimentos que hubieran enorgullecido a The Velvet Underground, The Stooges, Can, The Fall y Patti Smith.
La portada de Goo es una de las más populares del rock contemporáneo y objeto de numerosos memes y mash-ups en la actualidad. Fue diseñada por el ilustrador Raymond Pettibon, basado en la fotografía que se les tomó a Maureen Hindley y su marido David Smith; ambos, testigos de los crímenes conocidos como «Los asesinatos de los páramos», que sacudieron a Inglaterra en la década de los sesenta.
Las letras también son acordes con esa sensibilidad pues exploran temas sobre el empoderamiento femenino y la cultura pop. «Dirty boots» es malévola desde el inicio, llena de staccatos y resonancias que zumban y retroalimentan con precisión glaciar. Y canciones como «Mary-Christ», «My friend goo» o «Titanium expose» mantienen la tensión arriba en todo momento.
Kim Gordon cobra a partir de Goo un mayor peso, ya no solo como la bajista dotada que era sino como vocalista. Con sus dos composiciones, la bellísima «Tunic (Song for Karen)» y la desmadrosa «Kool thing», cuestionó el papel de una mujer en la sociedad estadounidense de la época.
«Tunic (Song for Karen)», lo hizo a través de la exploración de la autoestima y la imagen corporal, en una canción intimista en torno a la muerte por las complicaciones cardiacas de la anorexia nerviosa que sufrió la cantante y exbaterista de The Carpenters, Karen Carpenter.
Kool Thing
«Kool thing», por su parte, disecciona el pleito que Kim sostuvo con el célebre rapero LL Cool J en una entrevista incomodísima para el número de septiembre de 1989 de la revista Spin. La letra en sí es el collage de un montón de ideas dispersas. Del radicalismo de los años sesenta, Jane Fonda, películas como Barbarella y Weather Underground… hasta sentirse atraído sexualmente por los Panteras Negras.
Además del cameo de Chuck D, la canción tiene un pasaje recital intermedio en un irónico tono sensual que lanza consignas como: Are you gonna liberate us girls from male white corporate oppression?
Con todo eso a favor, se posicionaría dentro del Top 40 de canciones alternativas más escuchadas de 1990 en Billboard, que, bueno, ya era algo. En una entrevista para Vice, Gordon recuerda el pleito con el rapero de la siguiente manera:
Nos inspiró mucho LL Cool J y su primer disco, Radio. Rick Rubin lo produjo y yo lo entrevisté para Spin. Tuve que ir a donde estaba ensayando y tenía mucha curiosidad. ¿Cuánto sabría de rock? Me decepcionó un poco cuando me dijo que Bon Jovi eran su grupo de rock favorito. Me hizo pensar en las expectativas que uno tiene de los artistas y lo que proyectamos en ellos.
Años después, Kim Gordon sería reconocida también por ser parte de la inspiración de algunos movimientos feministas como Riot Grrrl y por cuestionar el estigma de ser “La chica de la banda”, nombre de su libro de memorias. El año pasado, de hecho, sacó un disco cabroncísimo llamado The Switch, con su proyecto Body/Head.
Mary-Christ
En el 88 y el 90, Sonic Youth demostró que podía vender muchos discos haciendo ruido. Hasta resultaba extraño ver que Mtv reproducía sus clips durante el horario estelar pero, hey, era fabuloso.
Entre las 11 canciones de Goo se encuentran algunas que pasaron a ser clásicas de su discografía. Las canciones exudan un poder pop en la primera mitad y guardan la mayor parte de las secciones ruidosas y atmosféricas para la segunda; que tampoco son tantas.
Goo fue reeditado en 2005 con una edición extendida de dos discos y cuatro vinilos, que incluyeron rarezas, demos y versiones en vivo, as usual. En 2011, con el divorcio de Gordon y Moore, Sonic Youth fue oficialmente desmantelado. Desconozco si esto influye el que en sus planes esté o no una edición del 30 aniversario; sin embargo la vigencia del álbum original es incuestionable, y basta y sobra para seguirlo escuchando.
Exagerada, como suele ser toda reseña musical, revistas como Rolling Stone llegaron a afirmar en 1990 que «El rock & roll, o lo que queda de él, puede que nunca sea lo mismo». A 30 años de distancia, les toca a ustedes decir si fue cierto. Así que dejen de leer y corran a escucharlo.
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