La primera vez que vi retratos de la Patti Smith vieja, quedé fascinada por su cabello blanco y desprolijo, su rostro sin una pizca de maquillaje y esa vestimenta sobria, andrógina. A diferencia de sus fotografías de juventud, en las actuales me encontré con el gesto de quien no tiene nada qué probar, un gesto serio, sin rastros enojo, rabia o eufórica alegría, sino con una especie de firme serenidad, esa que me parece sólo dan los años y quizá algo más que todavía no lograba descifrar.
Escuché sus canciones, pero debo confesar que, en general, no me atrapó por completo el sonido. Entre traducciones de sus letras y la lectura de algunos artículos, supe que también es escritora, una muy buena, según los críticos, y que ha tenido una vida apasionada. Entonces compré en línea Devoción y Augurios de inocencia; ahí, a través de sus palabras, conecté con quien ha sido llamada poeta punk, hechicera…
Devoción
Este libro fue editado por Lumen y publicado en 2018. A través de él, la autora de «Because the night» devela su proceso creativo como escritora. Una patinadora en la televisión, sus propios recuerdos de la infancia al lado de su hermana, referentes como la «activista mística» Simone Weil, los poetas malditos, garabatos y rachas sin escribir, se adhieren a su pluma mientras la autora viaja por Francia, desde París hasta la casa de Albert Camus, dando forma a Devoción.
A través de la lectura, confirmé que es cierto eso de que en cada cuento, novela o poema, siempre hay algo de la biografía de quien escribe. Creo que vislumbré el interior de Patti, el por qué de esa mirada, gracias a Eugenia, la protagonista, una patinadora adolescente, huérfana, con una memoria fragmentada, que se entrega hasta el último aliento a su verdad, a su vocación.
Eugenia era una joven inteligente, políglota, que no sabía casi nada de su pasado, incluidos sus padres. Cuando su cuidadora, la atractiva tía materna, decide irse para vivir su propia vida, Eugenia se queda sola y abandona la escuela; sólo quiere hacer una cosa: patinar sobre hielo.
Lo hace en un lago cerca de casa, con entrega y fiereza, sola, hasta que un extraño comienza a mirarla con el deseo de poseerla de todas las maneras posibles. Se trata de un hombre adinerado, coleccionista y amante de la poesía. Ante la triste llegada de la primavera, Eugenia acepta un intercambio para continuar patinando, pero entiende que hay un pago: su libertad y su inocencia. Esta última la declara perdida al final de la historia, antes de volver al lago cuya capa de hielo deja entrever el agua debajo, cada vez que la adolescente clava las cuchillas de sus patines.
En las últimas páginas, imaginé a Eugenia entregada al trance de su danza sobre el frágil hielo de primavera, sin espectadores, sin deseos ni expectativas, rendida a ese «espacio conjurado y habitado por místicos que han dejado de buscar la nutrición en este tierra», como lo llama Smith.
Comprendí: el gesto de la Patti vieja que me cautivó es el que portan quienes andan por el mundo como flechas en el aire, hacia un sólo lugar, con determinación, coraje y belleza, intentando conectar con la divinidad a través de su don: en este caso la escritura, sin necesidad de sobrevivir a sus creaciones para ser ovacionados(as).
¿Cuál es el sueño?, se pregunta Smith, y responde: Escribir algo bueno, que sea mejor de lo que soy yo, algo que justificaría mis intentos e indiscreciones. Ofrecer alguna prueba, a través de un barullo de palabras, de que Dios existe.
¿Por qué escribimos?, dibuja con el dedo en el cielo. Porque no podemos limitarnos a vivir.
¿Por qué haces lo que haces? ¿Cuál es tu sueño?
¡Hasta el próximo libro, melómanos(as)!