Recuerdo muy bien aquel día de mi infancia, sabía que mi cumpleaños se acercaba; mi mamá llegó con un puñado de monedas y me dijo – Mira aquí está lo de tu «tanda» -, yo no sabía de lo que hablaba. -Yo estuve ahorrando tu dinero en la tanda y hoy nos entregaron tus ahorros- me explicó con calma, pero yo seguía si entender.
¿Cuál dinero? ¿Yo tenía un dinero propio? ¿Qué iba a comprarme? Recuerdo que las sillitas de plástico que vendían en el mercado, me parecían hermosas. No recuerdo en qué gaste las monedas.
Bienvenidas a Día Luna, una columna para madres que, como yo, a veces maternan evitando enloquecer y otras veces disfrutan la inmersión en la locura.
El tiempo
El tic tac que persigue a todos, «el tiempo es dinero», «el tiempo lo cura todo», «el tiempo perfecto», «al mal tiempo hay que pintarle buena cara», el tiempo…
«Llegó ante Fusi el peluquero un hombre vestido de gris que no venía a afeitarse ni a recortarse el pelo, se presentó a si mismo como el agente XYQ/384/b agente de la Caja de Ahorro del Tiempo.
El agente XYQ/384/b explicó las ventajas del ahorro del tiempo para la trascendencia en la vida, listó detalladamente las formas en las que Fusi podía ahorrar tiempo para luego utilizarlo en fines más importantes, quiso convencerlo de que su vida era muy poco relevante pero estaba a tiempo de hacer algo ante ese triste problema.
El agente XYQ/384/b hizo una lista muy precisa de todas las actividades que quitaban el valioso tiempo al señor Fusi, contó exactamente los segundos al día que le quitaba dormir ocho horas, contó velozmente todo el tiempo perdido en comer, en visitar a sus amigos, platicar con su periquito, salir a hacer compras, sentarse en la ventana a mirar, incluso sabía el tiempo exacto que «desperdiciaba» con Daria, ¿Cómo podía saber ese agente de sus secretisísima relación con ella? pues lo sabía con precisión. El señor Fusi pudo haber ahorrado ya 27, 594, 000 segundos de no haber visitado a Daria una hora diaria.
Fusi estaba decidido, había que hacer cambios, no más desperdicio del tiempo, ahora sabía que ahorrar por lo menos una hora diaria podía hacerle acumular veintiséis millones doscientos ochenta mil segundos, que podía dejarlos a plazo fijo y que si no los reclamaba en un plazo de veinte años, se duplicarían, todo estaba a punto de cambiar en su vida.
Ojalá alguien le hubiera dicho que los Agentes de la Caja del Ahorro del Tiempo no existen, que se trataba de un robo, que cada hora no invertida en platicar con su periquito, charlar con su madre, mirar la ventana, retozar con sus amigos y gozar con Daria, eran tiempo valioso, eran la verdadera inversión de su vida.
Formas de ahorrar tiempo
Al inicio del siglo veinte se inventaron toda clase de artefactos para «ahorrar tiempo» el automóvil, para llegar más lejos y más pronto; la máquina de escribir para hacer miles de cartas en solo unas horas, el lavavajillas para poder desaparecer las montañas de trastos sucios sin tener que permanecer por horas frente al fregadero.
Se ahorra tiempo siempre, con la banca en línea, con la comida rápida, con la entrega a domicilio, con el pastel de caja, calentando en el microondas, mensajeando en vez de llamar, llamando en vez de visitar.
Los adultos somos expertos en materia de tiempo; lo medimos de todas las formas posibles, lo borramos de nuestra cara con cirugías, lo convertimos en dinero, lo añoramos escuchando la música de nuestro pasado.
Llegó tu ahorro
El día en que mi mamá llegó con «mis ahorros» fue muy feliz, no lo esperaba y seguramente lo despilfarré al cabo de unas cuantas horas. Lo más lindo de no tener recuerdos de ese ahorro ni de ese gasto, es el único vestigio en mi mente, el lindísmo gesto de mi madre dándome un regalo inesperado.
Pues aquí está el ahorro de todos: esta primavera del 2020 a todos nos devuelven nuestros abonos de tiempo. Cada libro no leído, cada llamada postergada, cada comida hecha velozmente, cada acción hecha para ahorrar tiempo está aquí.
Este es el tiempo que llevamos toda la vida ahorrando.