Tu música y la suya

 

 

Head On

Llevas 20 años en una relación con la misma persona, 13 de ellos viviendo juntos y, al parecer, todo apunta a que serán muchos más. ¿Has escuchado eso de que, con el tiempo, lvs integrantes de una pareja empiezan a parecerse? En tu caso es cierto, y las playlist están ahí para comprobarlo, tu música y la suya, pero es un proceso que ha debido perfeccionarse.

Su relación se ha unido poco a poco, a veces gracias a la música y a veces a pesar de ella. Cuando se conocieron escuchaban cosas diferentes, cuando se casaron también… hace dos días también. Pero el punto en todo esto es que también ha habido coincidencias, 86 por ciento de coincidencias, según los algoritmos de las aplicaciones de música.

Tu música y la suya

Ahora, de pronto aparecen en su playlist piezas de post-punk ruso de manual como Human Tetris, o improbables melodías de Public Image LTD mejores de lo que recordabas; y en la tuya, hitazos de Natti Natasha y Kenny García o baladas de La Oreja de Van Gogh.

¿Es esto un problema? Por supuesto que no, pero unir tu música y la suya puede tener otros beneficios improbables que deseas, o quizá necesitas, descubrir.

 

Things I Don´t Need

Primero que nada: el algoritmo de Spotify es un asco. Las estadísticas con que personalizan tus playists y especiales de fin de año suelen presentar desfases de dos a tres meses. Para colmo, consideran todo a lo que le das me gusta, todo lo que sigues y, el horror, todo lo que escuchas. “Pero así debe funcionar un algoritmo, ¿no?” No, por dios, no.

Un algoritmo perfecto no debería ser aquel que considera todos tus movimientos, sino sólo aquellos recurrentes, uno que mantenga tu zona de confort y te proponga nuevas experiencias de acuerdo con ella, pero pase por alto las excepciones.

La experiencia más cercana a la predicción perfecta suele ser la de YouTube. Tienes una serie de canales que sigues religiosamente y sus contenidos nuevos son los primeros que aparecen en tu timeline. Pero con demasiada frecuencia utilizas YouTube para ver videos random y memes, recomendaciones de amigvs, videos educativos, tutoriales, recetas de cocina (porque el pozole blanco del 15 de septiembre será hecho por ti o no será), audiocuentos y lives de literatura. ¿Todo eso se ve reflejado en tu timeline? Evidentemente no. Su red neuronal reconoce las excepciones (aún cuando ocupes la mitad de tu tiempo en esa red viendo excepciones).

Pero Spotify no lo hace y todo esto viene a cuento porque hace unas horas la BAE te añadió a una lista de reproducción fusionada, una que incluye tu música y la suya, y algunas piezas compartidas. Todo bien, todo bonito, pero no, ¡No!, porque en la playlist se han colado canciones sueltas de Jenn Vix (Who?), Beth McCarthy, Smashing Pumpkins y hasta una de Stone Roses que escuchaste apenas hace dos días.

Y pues sí, les gustan, pero no tanto. Ese 14 por cierto de discrepancias no es suya sino del algoritmo.

 

She Gets the Flowers

¿Una playlist mal curada por un algoritmo podría provocar una discusión? Quizá no en tu relación. Pero podría, sabes que podría. Pinche algoritmo.

Circula en tus redes la idea, no exenta de razón, de que es importante tener un vínculo musical con tu pareja, que la relación será más saludable si comparten gustos musicales. Y en realidad prefieres creer que no, que el vínculo musical está sobrevalorado, aunque se agradece cuando ocurre, aunque esto de hecho contradiga el 86 por ciento de coincidencias musicales que el algoritmo detectó y que mentabas párrafos más arriba.

Y es que tal vez ese vínculo sea más importante de lo que crees:

“No es como si la BAE te hubiera dicho : ‘Ay, ya, me caga Joy Division’. Créelo, el cora se te hubiera roto en mil y un pedacitos 💔”

twittea una buena amiga de ambvs. Y es verdad. Luego remata:

“No has tenido que amanecer con un cumbión bien loko de la K-buena, o con un death bien atascado a las 9:00 a. m. porque su pareja está bien clavada trabajando. Lo veo claramente mandando a la v a la pareja.”

Entonces piensas en las rolas que pone la BAE cuando hacen el quehacer. Urbano, bachata y reggaetón. Sin choro. Pero así la quieres. Además, deben tomar en cuenta que ella tiene que chutarse a los Stooges, a The Jesus and Mary Chain y a My Bloody Valentine. También lo dices por ella, pues. 😅

 

Idlewild

Pero no engañas a nadie. Tienen chorrocientos gustos en común, no tantos pero sí suficientes para que no sea un problema. No te gusta pero no odias lo que ella escucha, ¿no?, se aguantan mutuamente, se acompañaban a los conciertos antes de la pandemia y siempre ceden bien chido. 🔥 🥰 ❤.

Así es el amor. Suena «Idlewild» de Travis. Ésa les gusta a ambos. El amor.

Es una canción improbable para Francis Healy, para Josephine Oniyama. Y cantan juntos. Y suena super chingón.

La BAE pinta una pared de la cocina y tú escribes a contrarreloj mientras suena «Mía, Mía» de Natti Natasha. Y ella se da cuenta de que has dejado de escribir y la miras con insistencia. Y te sonríe. Y el mundo es un mejor lugar aun cuando la música no coincida.

R. T. G.

Idlewild, Travis

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Sobre el autor /

escritor | melómano | locutor | teórico de la industria del ocio | editor @espejohumeanter | columnista @melomano.media | autor de Cuentos de bajo presupuesto y Rabia | ikari

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