¡Hola, melómanos! Me conocen, soy Luis Lailson, soy melómano y en esta sección hablaremos de curiosidades, avances tecnológicos, descubrimientos científicos, tendencias, análisis de noticias relevantes, entre otros temas, siempre en torno a la música.
Sin embargo, en esta primera entrega abordaré un tema del que ya he hablado en otros medios, pero me parece pertinente retomar para Melómano Magazine: la melomanía y algunos datos interesantes relacionados con ella.
[bigletter custom_class=»E»]Empecemos por definir que melómano es aquella persona fanática de la música, que siente un amor apasionado y, según el punto de vista, excesivo por lo musical, dedicando tiempo y dinero al disfrute de este arte. Aunque se puede afirmar que cualquier individuo que disfruta de la música es melómano, el concepto suele reservarse solo para quienes mantenemos un vínculo particular con lo musical y, en especial, para quienes lo hacen exclusivamente como oyentes. [/bigletter]
La palabra proviene de un vocablo griego compuesto por el prefijo melos que quiere decir “canción” y el sufijo manía, que significa “furia, excitación o locura”. La melomanía, por lo tanto, es una especie de locura o tendencia al furor vinculada a la música; el término fue acuñado en 1781 por el dramaturgo y músico francés Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais, famoso por sus obras “El barbero de Sevilla” y “Las bodas de Fígaro”.
Por su parte, el filósofo británico Ludwig Wittgenstein fue considerado como el primer melómano del que se tenga registro, ya que tenía una marcada obsesión por el compositor y pianista alemán Félix Mendelssohn, lo cual quedó demostrado en su libro Cultura y valor, donde no dejó de alabar sus obras.
A diferencia de otras manías, la melomanía no es entendida como un trastorno psicológico o una enfermedad, ya que no implica un riesgo para la persona que la “padece” ni para su entorno, salvo económico, quizá. Incluso los melómanos son considerados como cultos en la industria musical, ya que suelen poseer vastos conocimientos relacionados, al menos, con el género que más les apasiona; nombres de intérpretes y productores, cantantes, fechas de lanzamiento de discos y presentaciones, información que la mayoría desconoce, así como opiniones en apariencia muy sólidas acerca de cuestiones técnicas.
Un gran mito que quiero desmentir, es el que dice que si eres melómano, te debe gustar toda clase de música. No hay nada más falso que eso. Al contrario, conforme profundizas en la música, tus gustos se van haciendo más exigentes y particulares.
En ese sentido, estudios recientes a cargo de la neurocirugana Valorie Salimpoor de la Universidad de McGill en Montreal, revelan que la música es adictiva. Se demostró que el placer inducido por la música, al igual que el sexo o las drogas, tiene relación con la segregación en grandes cantidades de dopamina, un neurotransmisor asociado con el sistema del placer del cerebro, suministrando los sentimientos de gozo y refuerzo para motivar a una persona. Salimpoor también comprobó que, si bien la dopamina se segrega escuchando cualquier tipo de música, los niveles se disparan con nuestros géneros predilectos, lo que explica la necesidad imperiosa de escuchar nuestra canción favorita una y otra vez.
En 1991, otro estudio realizado por Psique Loui, profesora asistente de neurociencia y comportamiento de la Universidad de Wesleyan, comprobó la existencia de los dermorgasmos, que son esos “escalofríos” que se producen cuando la música nos emociona físicamente y provoca ciertas reacciones en nuestro cuerpo tales como pulso acelerado, temblores, sudor, rubor e incluso excitación sexual. Loui afirma que hay gente que lo siente de una forma tan intensa que no puede hacer nada más.
De hecho, en 2007, el ciudadano sueco Roger Tullgren, de 42 años, consiguió que se diagnosticara su adicción al heavy metal como una invalidez. Declaró haber asistido a más de 300 conciertos tan solo durante 2006. Un juez certificó que Tullgren no puede desempeñar su trabajo sin someterse a intensivas sesiones de este género musical; los psicólogos le recomendaron un trabajo de medio tiempo, mientras que el Estado le aporta una pensión de 400 euros al mes para cubrir sus necesidades.
Incluso hay melómanos que, al desarrollar otro tipo de predisposiciones que los hacen más receptivos a la información sonora, llegan a oler o saborear la música, incluso verla con colores o formas. No se trata de que lo asocien o imaginen sentirlo, realmente lo sienten. A este fenómeno se le conoce como sinestesia.
Así que si eres adicto a la música como yo, estás en el lugar correcto, en Melómano Magazine encontrarás todo lo que buscas y más. Hasta la próxima.
Elías Ortiz
5 años agoExcelente información, la desconocía. Muchas felicidades por este proyecto, que se me hace muy interesante, mucho éxito.