[bigletter custom_class=»»]Es mi segunda semana consecutiva sin querer hablar. De nada, con nadie. Por lo general puedo huir del compromiso social porque paso aislada la mayor parte del tiempo. Llámalo costumbre, o mal comportamiento, pero el silencio de afuera me es suficiente para neutralizar el escándalo que llevo dentro.[/bigletter]

¿Que qué pienso?, seguramente es lo de menos. Y es que los pensamientos van y vienen tal como lo hacen los días y los meses y los años. Y los recuerdos y los anhelos y todo aquello que dicen los sabios que uno calla cuando está ausente.

De ausencias, justo ahora no quiero hablar. Temo que mi día a día esté lleno de ellas, de lo que dejaron atrás, de aquello a lo que luchan por aferrarse porque quizá en otro tiempo, en otro cielo, y tal vez en otro universo, podría estar sucediendo. Debería estar sucediendo.

Me explico: hay cientos de eventos que mi mente recuerda como reales porque están ocurriendo, lejos de aquí, en el lugar al que soñé llegar. Siempre hallamos la manera de llegar a casa, sin importar la hora, la ubicación geográfica, la situación sentimental; las manos saben hacia dónde girar el volante, la dirección que darle al taxi, el momento al cual dirigir el pensamiento.

Una casa no tiene por qué ser un inmueble, algo físico y tangible. Una casa es una mirada, un tacto a las tres de la mañana sediento de otro tacto, de otro olor, de una pacífica inmovilidad al dormir.

Un hogar, supongo que ése implica el calor que no se halla en un día de verano a la luz de la luna si el sudor no es compartido. Es verdad: lo cálido de la estación del año no determina cuán amado te sentirás cuando todo alrededor se derrumbe mientras en tu mente intentas hacer de cuenta que nada pasa, que nada pasará en cuanto abras los ojos y te encuentres a ti mismo expectante de respuestas. No, cuando la nada se hace presente sólo te queda callar y asentir si tienes el carácter de reconocer que te equivocaste; no, cuando al paso del tiempo notas que el vacío pudo llenarse con lo que has pensado millones de veces pero no te atreves a repetir en voz alta, por miedo, por precaución, por prudencia. Por cobardía.

No quiero escuchar salir mi voz de la garganta, de cada cuerda vocal; me da pereza pensar en cómo conectar mis frases tan sin motivo, tan sin congruencia con el diario andar. Me han dicho que es depresión, con especialidad en el post-trauma. Me refiero a que me ha sido diagnosticada, un paso antes de la medicación, porque no-es-lo-ideal-que-debas-tomar-calmantes-porque-el-primer-paso-es-la-terapia-pero-si-vemos-que-no-mejoras-tendremos-que-recurrir-a-un-psiquiatra-que-puedo-recomendarte.

No sólo he tenido un encuentro con quien ha estudiado varios años para clasificar con detalle los recovecos de la mente y los estragos físicos a los que conllevan. La primera persona se dio por vencida, o al menos eso pareció cuando de su boca salió un “yo te llamo para agendar la siguiente cita”… que nunca llegó.

Mi segundo pretexto bien fundamentado para explicar este silencio es: estrés crónico. Vivir a diario con la sensación de que el conejo de Alicia está en mi mente, presuroso por terminar mil tareas que ni siquiera me han encomendado, siempre con un pendiente sobre otro para, al terminar, hallar uno más que no me dejará dormir tranquila.

¿Que si estoy estresada? Claro que lo estoy, porque en cada semáforo en verde cuento los segundos para el proceso clutch-primera-acelerador, porque es tan sencillo actuar mecánicamente, pero a todos parece costarles trabajo asociar el rojo con la expectativa del cambio de color.

El estrés no sólo proviene del deseo de hacer seis cosas a la vez, también resulta de no hacer lo que realmente se quiere hacer, así esto sea absolutamente nada, dejar que la vida pase como dicen que pasa lo que el destino ha propuesto incluso antes de que tengamos uso de razón.

Quiero estar en silencio porque me apena confesar que mi estrés viene de la falta de tu espalda para encajar mis uñas, del grito que se guarda en mi garganta cuando recuerdo el peso de tu cuerpo sobre el mío, de tu mano sujetando fuerte la mía. Porque te extraño.

I’m so tired (Lennon/McCartney)

The Beatles

White Album (1968)

 

 

Sobre el autor /

Mujer, pachuqueña, escritora y correctora de estilo. Dibujo feo pero quiero bonito.

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